«Siento que he perdido a un hijo». Entre lágrimas, Manuel Ares, presidente, entrenador, compañero, amigo, y, casi un padre adoptivo recuerda la última tragedia que ha cobrado el mar del Orzán, una playa urbana, céntrica, junto a la conocida playa de Riazor de A Coruña. Y es que el bravo mar de la ensenada coruñesa, puntual a su cita con la muerte, ha vuelto a dar un nuevo zarpazo a la vida. Da igual si es una imprudencia, un despiste, un exceso de confianza, un desafío, una temeridad, un no tenerle miedo, da igual la causa. Este mar del Orzán es un tragavidas. Inapelable. Y como siempre culpable. Porque esta vez, una de tantas ya, ha vuelto a ser injusto. A pocos metros, del suceso de este lunes, hay un monumento que recuerda a los “Héroes del Orzán“, tres policías que perecieron en enero de 2013 intentando rescatar a un estudiante eslovaco, que disfrutaba de un Erasmus en la ciudad, y que imprudentemente se bañó en sus aguas durante una madrugada de invierno. Entre la espuma de un mar, casualmente poco bravío en esta ocasión, se ahogaron las ilusiones de un joven chaval feliz, que adoraba hacer malabares con la pelota y entretenerse con sus nuevos amigos.
Manuel aún no puede digerir lo que le ha pasado a uno de sus chicos, Moussa Cisse. Un chico alegre, lleno de ilusiones, y con tan solo 17 años. El voraz mar coruñés le engulló sin compasión, sin explicar porqué. Fue cuestión de segundos. Sus amigos apenas se percataron. Cuando se dieron cuenta trataron de reaccionar desesperadamente. Mientras trataban de ayudarle desde la orilla, veían cómo se iba a pique una vida que soñaba con el fútbol y su equipo modesto, el Deportivo Cristal.
La playa del Orzán tiene algo especial. Hace unos meses, una tarde de otoño, en el arenal coruñés en el que ayer se el presenció la tragedia, Moussa corría en la playa. Le gustaba divertirse allí. Una tarde, otros chicos estaban realizando una sesión de entrenamiento en la playa. A Manuel Ares, hombre orquesta del club que fundó en el año 2012, reclutador de futbolistas y dador de oportunidades, le llamó el dominio de la pelota de Moussa Cisse. Decidió adoptarlo para su equipo. Porque eso es lo que hace con muchos niños de la ciudad, a los que les ofrece una oportunidad que otros no dan.
Se dirigió a Moussa y le preguntó si quería jugar en su equipo de fútbol. A Cisse le cambió la cara. Su dentadura de marfil iluminó su rostro. La propuesta le llenó de felicidad. Y no se lo pensó dos veces. Dijo que sí, inmediatamente. Así es como ficha el Deportivo Cristal, un club modesto entre los modestos. No ve un duro de nadie. Ni del ayuntamiento, ni de la AFAC, la asociación del fútbol aficionado de A Coruña. Casi nadie. Xunta de Galicia y Diputación de A Coruña, ayudas para “pipas”. El Deportivo Cristal es un parias del fútbol coruñés. Pero es también el club modesto herculino más cosmopolita. Porque si el Deportivo fue algún día una ONU, el Deportivo Cristal se ríe de la ONU blanquiazul. Peruanos, ecuatorianos, senegaleses, … así hasta diez nacionalidades o más. Y las que vengan. El carnet no importa. Manuel Ares se encarga de hacerles ficha en la Federación. Apenas tiene dinero para sobrevivir, pero sobrevive. Soporta, como puede, tres equipos: uno de cadetes, otro de juveniles y el de aficionados. En las arcas del club no hay un «chavo», pero en la caja no cabe el corazón gigantesco que les mueve. Son modestos en los económico y ricos en solidaridad. Porque el Deportivo Cristal es un club solidario con mayúsculas. Todos los clubs y autoridades de la ciudad conocen las actividades de este club porque, cada vez que pueden, organizan torneos benéficos para echar una mano a quien más lo necesita. Estas navidades, por ejemplo, hicieron una foto para un calendario solidario. Y allí estaba Moussa, con su gran sonrisa de marfil entre su piel caoba. De pie, orgulloso de pertenecer a su equipo de fútbol. Luciendo una gorra. Estas navidades, con este calendario fueron capaces de reunir 10.500 kilos de alimentos, que fueron entregaron a la Cocina Económica. Cada Navidad le meten un gol al racismo, a la xenofobia, a la intolerancia, la insolidaridad, a los que piensan para adentro, a los que tuercen la mirada para otro lado, a los que pasan de todo lo que sucede a su alrededor, a la vista de todos. “Lo que ya no nos pueden aportar es a Moussa. No volverá a despertar y sonreír entre los vivos, aunque su alma brillará siempre para nosotros. Tras una temporada con muchas reformas, esperamos reunir un nuevo grupo de cadetes y que los demás sigan creciendo juntos, sin que el destino se lleve a nadie más allá”, confiesa Manuel Ares.
[Sumario]
Porque la generosidad y la ejemplaridad no se mide siempre igual. En la tercera autonómica, categoría en la que juega el Deportivo Cristal, han jugado esta temporada 29 partidos. Los han perdido todos. Ninguna victoria. Ni un solo empate. Sólo han marcado 7 goles y es el equipo más goleado, con 222 tantos en contra, más del doble que el siguiente equipo más goleado. Les sobran goles, porque les falta espacio para su enorme corazón.
Porque a pesar de las derrotas, siguen jugando con ilusión, con ganas de divertirse. No conocen la expresión bajar los brazos o abandonar el barco. Son una piña. Cada partido que se les presenta lo afrontan con la misma entereza, mucha dignidad y como si no existiese una clasificación a la que mirar. Allí no están para ganar un ascenso, ni para ponerse en el escaparate a ver si viene un “grande” a ficharlos. Porque el Deportivo Cristal está hecho de chicos jóvenes, enamorados de la pelota, amantes del fútbol, que viven con el mismo entusiasmo un entrenamiento o un partido. Se juntan para entrenar, para jugar, para disfrutar. El balón es una excusa para reunirse. Porque alrededor de la pelota, jugando con sus compañeros, sus vidas tienen un sentido.
En la tarde del lunes, esa pelota a la que miran con entusiasmo se llenó de lágrimas. En Coruña hace calor. El sol lucía radiante, con la fuerza de la primavera. El día invitaba a pasar un rato en la playa, tan sólo un par de horas antes de ir a entrenar con el resto de sus compañeros de equipo. Esperaban el entrenamiento con felicidad, mientras hacían filigranas en la arena con el cuero.
Un balón se escapó hacia el mar. Moussa, que apenas sabía nadar, obedeció el impulso de correr al rescate del esférico. Aunque el mar no estaba excesivamente vivo, picaba una suave resaca, sobre la empinada arena. A Moussa la playa se le hizo profunda. Al tratar de pisar el suelo se encontró uno de esos hoyos temibles que a veces se forma en el Orzán. Las corrientes lo abrazaron sin permitirle salir. Trató de luchar para salir del agua. Pero el mar de la bahía coruñesa es fuerte y tiene tiempo. Espera a que se agoten las fuerzas. Sus compañeros, en cuanto se dieron cuenta, trataron de ir a por él, pero el peligroso mar les asustó. No pudieron echarle una mano. Tan sólo enviaron otro balón al agua para que Moussa se pudiese agarrar a la vida. Un pequeño balón para lograr salir a flote. Esperaban así conseguir tiempo extra para que acudiese la ayuda y robarle el corazón de Moussa que el mar ya había atrapado. Dieron el aviso a las seis menos diez de la tarde. El operativo de rescate se montó en un abrir y cerrar de ojos, pero el mar casi nunca da tiempo. Engulló a Cisse sin posibilidad de que el auxilio le pudiese encontrar con un soplo de vida esperanzador. Mientras el equipo de rescate se movilizaba, Moussa luchó contra las olas. El mar lo envolvió hasta cansarle definitivamente. El mar también necesita goles y Moussa será ahora su mejor delantero.
Aún no se ha cumplido ni un año que el Deportivo Cristal, de Manuel Ares, rindió homenaje al también senegalés Abdoulaye Fall Seck, jugador del Muxía. Aquél chico, centrocampista alto y vigoroso, tenía tan sólo 15 años. Se dejó el alma en el vestuario, al descanso de un partido, por un golpe súbito que le arrebató la vida. El Deportivo Cristal, impactado por la noticia, no pudo quedarse de brazos cruzados. Y acudió a homenajear a Abdoulaye.
Ahora, pasado el tiempo, el Deportivo Cristal, consternado, sin fuerzas para dar una patada a un bote, tienen que ponerse a organizar un homenaje para uno de los suyos. El que nunca querrían ofrecer, el de Moussa Cisse. Su desaparición les ha dejado un hueco enorme.
Le toca a la gente del fútbol de bien no dejar que las penas ahoguen el homenaje más merecido para el Deportivo Cristal por su labor y a Moussa por su sonrisa de marfil.