Los narcotraficantes también tienen problemas. Si hace 20 años prácticamente no existían los vuelcos, las nuevas generaciones que heredan el negocio ven en el robo de alijos a bandas rivales, la panacea para ganárselo todo: unos pagan la droga y otros se la levantan por el morro.
Las policías han detectado en la última década y más aún en el último lustro, un aumento de narcos que roban a narcos, con métodos extremadamente violentos y con ajuste de cuentas a balazos entre ellos, tras una sospecha o un vuelco consumado. Hace uno meses ya hubo arrestos, precisamente en la misma zona roja donde se han repetido hace unos días: Cádiz, La Línea, Algeciras…; poblaciones por donde entra gran parte del hachís que se incauta o no se incauta.
Esta operación, Burga-Justel, arranca en Ourense, cuando los guardias civiles y Vigilancia Aduanera detectan a un grupo, asentado en Algeciras que metía grandes cantidades de hachís marroquí en las narco lanchas, a la par que se dedicaban a robar alijos a otros de la competencia, porque siempre sale más barato en dinero, aunque tremendamente peligroso en represalias. Los ajustes de cuentas en esa zona están a la orden del día.
Abierta la investigación en Galicia, comparten la información con sus compañeros de Algeciras (Cádiz), quienes dan con un sujeto que hace frecuentes viajes a localidades del Campo de Gibraltar, donde mantiene encuentros con colegas de su banda, para preparar un vuelco en la zona.
Al hombre le hacen un seguimiento que les lleva hasta un almacén de drogas de San Roque (Cádiz), el 'Día D' del vuelco, y se encuentran con 5 coches, ocupados por entre 3 y 4 personas, vestidas con el uniforme del equipo de Delincuencia y Antidrogas de Guardia Civil (EDOA), que se apean de los coches con armas y mazas, y que al grito de “¡Guardia Civil!”, comienzan a golpear la entrada de la finca, con la maza, para acceder a ella.
Al no conseguirlo, parte del grupo saltan el muro, tanto de la finca objeto del vuelco, como de la colindante. Los individuos, que ya están en ambas propiedades, se ven descubiertos por el helicóptero de la Benemérita y se dan cuenta de que han sido sorprendidos. En ese momento, corren a sus coches y emprenden la huida. Tras ellos, los agentes del seguimiento y que han permanecido ocultos, les siguen.
En la persecución los sospechosos disfrazados abren fuego contra los investigadores auténticos, mientras que desde el aire no se les pierde de vista. Parece de película, pero es la realidad del día a día en la zona roja de la droga. Al final, los buenos logran detener a los 18 que habían intentado el robo y, más tarde, a otros 3 de la banda, en una operación dirigida por el Juzgado de Instrucción nº dos de Orense y coordinada por la Fiscalía Antidroga.