Se ha tardado, pero se ha logrado. Después de 12 años de búsqueda y de emplear todos los medios posibles para localizarles, incluidas las redes sociales y la colaboración ciudadana, por fin se ha dado con este individuo condenado a 16 años de prisión, como autor de un abuso sexual continuado, sobre la una de las 2 hijas de su pareja que, en 2004, cuando la niña tenía 15 años.
Tras muchas vueltas y revueltas, resulta que se ha escondido, todo este tiempo, en un habitáculo hecho debajo de la encimera de la cocina, de la vivienda familiar donde se ha criado y ha crecido. El piso, que está en Salamanca y donde le han apresado, es su residencia de toda la vida. Parece, que salía poco a la calle y siempre de noche.
La lamentable historia comienza cuando la menor, a pesar de las amenazas y coacciones de este sujeto, para que no rebelara su calvario de abusos sexuales continuados, porque de otra manera iba a matar a su madre, decidió contar que el hombre con el que convivía la había mancillado a su antojo. Faltaron pocos minutos para que denunciaran los hechos. A él se le detuvo y fue a juicio y, por inverosímil que parezca, estaba en libertad a la espera de la vista penal, con una carga probatoria de tal magnitud que fue condenado a pasar 16 años entre rejas.
Pero la libertad, es lo que tiene. Días antes de conocerse la decisión de los magistrados, desapareció “sin dejar rastro”, dicen. No parece que fuera muy lejos; más bien, estaba en su casa de siempre. Gestión tras gestión, los investigadores deciden acudir a Twitter y a la ayuda de todos, 10 años después de la condena. Al poco, algún vecino, reveló que se encontraba en Castilla y León; más concretamente, en Salamanca.
Bien, 2 años después de situar a este escurridizo delincuente, ya está detenido y a disposición del juez. Más vale tarde que nunca.