Llevamos ya varios años en los que no hemos dejado de oír cosas sobre la Agenda 2030, pero realmente ¿conocemos sus objetivos?
La Agenda 2030 es un gran acuerdo que firmaron en el marco de las Naciones Unidas 193 países en septiembre de 2015, y en el cual se establecieron como metas prioritarias luchar contra el cambio climático, las desigualdades sociales y alcanzar un mundo más justo.
Aunque es cierto que se ha comentado largo y tendido sobre ella sigue siendo todavía algo desconocida. Aún así, la Agenda 2030 no es ningún secreto, sino un pacto que engloba 17 objetivos para un desarrollo sostenible mundial que deberán ser implementados antes del año 2030.
Básicamente, se pactó acabar con la pobreza y hambre en el mundo, lograr la igualdad de género, garantizar una educación de calidad, facilitar el acceso universal a sanidad, promover el trabajo decente y el crecimiento económico, reducir las desigualdades y proteger el clima, impulsar la industria y la innovación y fomentar la producción y el consumo responsable. Tanto es así. que la propia declaración de la asamblea general de la ONU lo define como un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad .
Pero a pesar de todas estas buenas intenciones, la agenda global no se está implementando realmente como se ideó en su inicio. Superado ya el ecuador desde su firma, según un informe elaborado por el Consejo Económico y Social de la ONU, solo el 12% de los proyectos han avanzado a buen ritmo, pero la mitad, el 50%, no han progresado según lo previsto, mientras que un 30% están igual o incluso peor que en 2015.
Desde su inicio la Agenda 2030 ha tenido graves problemas de verificación efectiva en cuanto a su implantación, agravado por la pandemia mundial del coronavirus que provocó el cierre o supresión de organismos o administraciones encargadas de ello, sobre todo en países menos desarrollados.
Los contrarios a la agenda global
Sin embargo, este plan global no cuenta con el beneplácito unánime. Muchos colectivos y asociaciones relacionados con el pentecostalismo, una vertiente del cristianismo radical muy implantada en el continente americano, así como movimientos y partidos de ultraderecha de todo el planeta, se han convertido en el azote de la Agenda 2030, demonizándola al extremo de asegurar, según ellos, que los verdaderos objetivos son la instauración de un gobierno mundial dirigido por las élites en favor de sus intereses, acabar con la soberanía de los estados, establecer una perniciosa identidad de género que ataca frontalmente los valores de la familia tradicional y alentar el fraude del cambio climático.
Y no se libran de feroces críticas el Foro Económico Mundial, que engloba a los líderes empresariales más importantes del mundo, acusándole de servir a los intereses de las grandes empresas y multinacionales.
Pero en lo que no reparan los contrarios a la Agenda 2030 es en airear un importante detalle. Naciones Unidas indicó desde el inicio que el acuerdo era absolutamente voluntario y que a ningún país se le iba a obligar a su cumplimiento, comprometiéndose todas las naciones a impulsarla, pero dándoles la libertad de decidir el ritmo en su implantación, su impulso o,incluso, su paralización.
