En ocasiones llegas a la crónica de sucesos por una chiquillada y, peor aún, te quedan antecedentes por robo de 131,54 euros, amén de haber vuelto ‘loco’ a un desconocido que no entendía nada de lo que le pasaba.
El caso es que un inquilino se va de la vivienda y la ocupa otro. El correo del primero lo recoge el segundo, y en esos envíos, llega una tarjeta de crédito. Y ya, puesta en las manos, decide usarla para pagar los peajes de la autopista que recorre con frecuencia. El importe no es gran cosa, pero para la víctima, recibir en su cuenta cargos que no ha hecho es un trastorno y, más, convencer al banco de que no los ha hecho él.