Ponemos el listón tan alto, que nos volvemos ‘listones’, absolutos de medias verdades e inmensas mentiras. Hoy ha muerto una mujer de 31 años. Ha muerto sola. No sola en la cama, accidente o incidente. Ha muerto sola de tristeza y angustia. Nos enseñan a cumplir metas sin preguntarnos si son nuestras metas. Nos adiestran para llegar a lugares desconocidos, tal que fueran territorio amigo. Hay que alcanzar, como en la obra de teatro de María Manuela Reina Galán, alcanzar ‘La cinta dorada’. Qué cinta?, para qué? Y… para quién? Para el ‘status quo’: tanto tienes, tanto vales. Qué pena que los peleones de los setenta y ochenta hayamos fracasado con tal estrépito y, además, estemos agotados, algunos vencidos, otros… hastiados. Hoy tenemos una mujer menos; una mujer de 31 años que ha cumplido con los cánones: estudiosa, licenciada, trabajadora, responsable, limpia y ordenada, además de guapa. Estaba ahí, para poder verla en toda su dimensión y, como en cientos de casos, no sabemos ver, ni entender, ni oler, ni sentir ni abrazar lo que sale de nuestro confort. Porque, el otro, es ajeno, distinto, desconocido y saco de múltiples calificativos. Y, es que, a ‘ese’, siempre le pasan cosas, se explica poco y mal, es incoherente, ‘un loquito de mierda’. Hay días que, ‘el otro’, soy yo. Te llamas Carla, has vivido en León y desde aquí, te escribo. Sin más razón que el fracaso de no haber sabido traerte a unos renglones con horizonte. Tal vez un horizonte ‘idiota’, vale, pero un horizonte donde puedas poner tus pies descalzos y sentirte a salvo. Lo hay, hay esperanza.
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