Empezaré diciendo lo que aprendí, sin pedirlo, de 2020. Aprendí a no quejarme por repetir en ciertas fechas el mismo ritual. Aprendí que no es lo mismo ser yo la que imponga limitaciones, a que sean otros los que cercenen las alas de mi libertad. En este caso, un maldito virus que nos ha trastornado. Convirtiendo rincones luminosos de la mente en ángulos oscuros. Envolviéndonos de incertidumbre. Grabándonos con tristeza y mucho dolor una parte que pervivirá, en nuestro imaginario colectivo, mientras la vida respete a la misma vida.
Este año nos hemos quedado sin el color de la primavera. Sin el sol de agosto. Sin las hojas amarillentas del otoño y sin las nieves de invierno que ha comenzado helador y negro. Aunque con un rayo de esperanza puesto en una vacuna.
Pero dejaré de contar lo que ha supuesto para la humanidad este 2020, porque todos, de una u otra forma, hemos sentido lo que significan las palabras “confinamiento”, “aislamiento”, “calles vacías”, “ciudades muertas” “distancia de quienes amamos” o semanas eternas vestidas de incertidumbre. Donde el cielo se quedó sin estrellas, y nosotros nos quedamos con una inmensa desolación.
No quiero dar consejos respecto a lo que tendríamos que haber cultivado de estos malditos meses, cada cual mantendrá en su interior lo que ha supuesto, sacará sus propias lecciones. Incluso otros ni habrán ojeado el libro. Porque hay quienes siguen manteniendo actitudes intransigentes y estúpidas. Eso sí, tanto unas como otras, las hemos podido elegir, no han sido impuestas.
Al fin y al cabo, el ser humano es un animal que tiene la misma capacidad de adaptación al medio y a los avatares de la vida, como a continuar con el yugo de las intransigencias, la irresponsabilidad o los miedos apretando sus cabezas.
Pues “La ignorancia más perniciosa es aquella que carece de cercanía, de empatía y sensibilidad para ponerse en la piel del otro”.
Hoy a las puertas de celebrar un nuevo año, o al menos darle la bienvenida, muchos lo harán en soledad…. No quiero olvidar a las personas maravillosas que nos han dejado y que perdurarán en nuestra memoria.
Deseo que 2021 devuelva la normalidad, ¡tan anormal! de mi vida, alocada, viajera, soñadora, llena de equivocaciones, aciertos y fallos, de proyectos que se detuvieron un mes de marzo… Y, sobre todo, los besos y los abrazos.
¡Que el año nuevo os devuelva vuestra normalidad ¡sea cual sea!