La situación está chunga, vale, pero no nos tiremos por el barranco antes de pensar con calma, por ejemplo, sobre la reapertura paulatina y progresiva de la hostelería, que tiene bien merecido un año de moratoria en el pago del impuesto por terraza y merecido, también, que, siempre que se pueda, se amplíe la superficie que ocupan, para que todos mantengamos la medida de seguridad; y junto a las terrazas apetecibles, la comida para llevar es una opción muy buena para muchos, porque hasta hace 4 días llamábamos al chino, la pìzza y distintos restaurantes, para pasar una velada estupenda de peli o fútbol. No es tan grave la cosa, dentro de lo que estamos pasando; peor me pareció cuando se prohibió fumar en los bares y la peña resolvió con hacerlo fuera. Poco a poco nos vamos a acostumbrar a vivir con este virus y con otros que vengan, vamos a dejar los zapatos a la entrada de una maldita vez (daba esta batalla por perdida!) e iremos con mascarilla cuando tengamos síntomas de enfermedad o los tengan los de casa, por una cuestión de higiene, mal que sea la gripe común; a nadie nos apetece estar con los mocos colgando y la tos, durante 7 u 8 días. Lo de los hoteles está más peliagudo porque, de momento, solo pueden apelar al futuro turismo interior. Lo que sí tienen es una oportunidad de oro para adaptar las dependencias con menos mobiliario, más reciclado de todo y menos bañeras que derrochan agua, sin necesidad ninguna; seguro que las cabezas pensantes de este gremio, van a hallar soluciones que nos reeduquen hacia la tardía protección del medio ambiente.
Y pensantes están los del Colegio de Abogados de Madrid, desde que nos hemos enterado del pastizal que su presidente ha asignado al jefe de comunicación, cuando muchos de los que pagan la cuota están en el Turno de Oficio y cobran miserias, tarde y mal. Se van a rasgar las togas con todas las razones que se me ocurren, porque las tienen todas, y más en un momento en el que este Covid-19 les impide hacer su trabajo. Me cachis! ¿para tanto dan las arcas?, esas que se llenan a base del esfuerzo ímprobo, de hombres y mujeres, que cuando terminan de pagar autónomo, cuota, desplazamientos…, no les llega para achantar su parte del pisito compartido. Está claro que el lío de este chaval y sus chicas se ha cargado, en 5 segundos de vídeo, a toda la presidencia, y a cuantos sabían y permitían tremendo agravio comparativo; ya ha podido hacer un trabajo sublime, tanto, como para justificar los miles de euros que se lleva por cada nota informativa que, imagino, habrá redactado a cientos, y ni aún así, me parece, que el staff de ese colegio pueda dar una explicación razonable a tal contratación, mientras los del Turno están bien chafados y, otros, lo mismo. ¡Qué desastre!, porque intuyo que, por ahí, habrá más de éstos que llegan o se arriman a una cúpula, y los de abajo, los que les sustentan, les importan una mierda; pero, la culpa, debe de ser del Gobierno, el mismo al que sus amiguitos dicen que quieren derrocar, desde un canal de tv, exento de cordura, sensatez y sentido común.
Ahora que desinfectamos calles, plazas, edificios… ya podíamos aprovechar, para hacer una profunda limpieza de la basura que acumulan dentro, muchos de estos inmuebles ocupados por quienes tienen las manos metidas en el barro del abuso, la ilegalidad, la intimidación, el chantaje y las ‘lavadoras’, por mor de esa pandemia llamada avaricia, que les provee de dinero+poder y nunca tienen bastante, ni siquiera con sembrar sus casoplones con cámaras que graban las orgias, para tener bien cogidos por los ojones a quien pueda hacerles sombra; pero, como ni aún así se satisfacen, recurren a los villarejos, con bolsas de dinero de dudosa procedencia; se acomodan en el haiga con chófer, rumbo a Andorra, Suiza o al paraíso que les cuadre, para evadir impuestos; esos que, a muchos, les pagan la nómina, la sanidad y el letrado, cuando se declaran insolventes. Buen momento, desde luego, para fumigar tanto escándalo consentido y hasta justificado, en una sociedad denigrada a la pobreza, hecha a la caridad y anulada de derechos, que se ha acostumbrado a pésimos ejemplos y a creer que es lo mismo hacer las cosas bien, que hacerlas mal.