Menú del día

Mis visitas a este diario son tan irregulares como la curva del coronavirus; nada que ver con la masa densa de información de la pandemia con la que desayunamos, comemos y cenamos.
Edurne García Ordóñez
España
07.04.2020
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Con tanto dato, opinión, programas, avisos, medidas y el permanente ‘quédate en casa’, que al 99% nos ha quedado meridiano, y al resto, ya sabemos: necesidad, telecoca-hachís-marihuana y agujero en el bolsillo sin un céntimo que rascar; pues con tanto de todo y a falta de sentido común, me da por pensar, mientras suena algún programa alternativo de reforma de casas, rutas, cerámica japonesa o arquitectura del mundo. Pensar en que, este punto cero, es la plataforma ideal para un nuevo comienzo, empujado por la necesidad y las ganas de reinventarse, que detecto tienen los ciudadanos ahí fuera. Dándole vueltas a lo mío, qué mejor momento para hacer una limpieza profunda del ‘sector’ informal, en el que subsisten miles de personas, obligadas por perversos empresarios, dados a la práctica de la esclavitud, a los que la CEOE jamás menciona, y que están afiliados la no contratación, a cambio de jornadas definidas por las muchas horas de curro; estos trabajadores del subsuelo social, ahora están sin nada. Sin contrato laboral, no hay ayudas, ni papeles, ni vida útil demostrada; no hay nada, más allá de un salario, que cuando no lo percibes, no puedes reclamar. Luego están los medias verdades, que abundan  y redundan en ‘la mitad en A y el resto en B’, para dejar a sus trabajadores con eso: la mitad de muy poco. Si fuéramos capaces de atajar, solo la mitad de estas prácticas delictivas, el PIB (2010) superaba las expectativas anteriores al Covid-19.

Y ya, metida en harina, pensaba (sobre una promoción del programa de Chicote), qué situación tan ideal, para hacer una reforma profunda de los distintos gremios del sector terciario. Cuando leo la oferta, en bares y restaurantes, de ‘menú del día: 8 euros’, me entra el miedo; cuando leo que incluye 2 platos y postre; entro en pánico. ¿Cómo vas a servir sopa de cocido, filete empanado con guarnición, agua del grifo y una fruta o flan, a veces, hasta pan, por 8 euros?, ¿qué economía racional aguanta tamaña quiebra del sistema? Por pocas veces que hayas ido a la compra, sabes que los números no dan, si le sumas el coste de la mano de obra, el tiempo, el transporte, la limpieza, los impuestos y ¿la ganancia? Esta engañifa generalizada conduce a los de las medias verdades, a poner en el plato lo más barato y peor que son capaces de encontrar, a la precariedad del capital humano y la pobreza; luego: ¿te parece raro que Chicote encuentre zoológicos en esas cocinas? Y si giras la vista 45º, y ves las ofertas de viaje, hotel y la hora ‘happy’ de las zonas turísticas; esos pack a los que son adictos británicos y alemanes, por nombrar dos nacionalidades, ya te quedas loco; si sumas y restas, les sale más barato pasar una semana en los archipiélagos y costas mediterráneas, que en sus casas, ¿eh?; ¿qué cobran los que hacen camas, limpian vomitonas, meados y cagados, y les dan de comer?; y, para colmo, son hoteles con bañera en la habitación: ¡bañera!, cuando están a pie de playa, tienen piscina con duchas a la puerta del establecimiento… y, ¿están tan llenos de mierda que llenan la bañera de su habitación?; ¿es objetivo que un establecimiento ostente el grado de ecológico, cuando permite que se tiren miles de metros cúbicos de agua cada día?, en zonas donde el agua es un recurso más escaso y valioso que en el resto (que ya es decir).

Mientras el Gobierno no programe un plan nacional de ajuste de salarios de abajo a arriba, estamos perdidos, y el confinamiento es el peor de los males que nos asiste; hasta que no se proteja, con todos los efectivos (igual que en estos días la salud) los derechos y deberes de los trabajadores, empleadores, entidades, bancos, transnacionales, investigadores, artistas…; estamos perdidos. A salario en B: miseria y delincuencia obligada; a salario escaso y tardío: mal trabajo y pérdidas; a explotar y vaciar las arcas empresariales, rumbo a otro paraíso: quiebras; a escasa y mala formación: frustración; a frustración: bajas laborales; y así, hasta un infinito infernal, que llega a uno de los pilares sociales: el sector primario (agricultura y ganadería), abandonado a su mala suerte, a los secuaces y aprovechados, en el que nunca se contempla que el productor tiene que cobrar sus horas de trabajo, amortizar suelo y maquinaria, pagar alimento, comida, veterinarios y no enfermarse, porque eso es la banca rota. El estado de Alarma ha paralizado casi todo, incluido el grito por la supervivencia de estos gremios; pero los gritos volverán, hasta que se ajuste el precio de partida de los productos, en un justiprecio razonable y alejado de razones partidistas.

Bueno, otro día más. A pasar buena jornada y hasta mañana.

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