El Gobierno reconoció de manera implícita que no era capaz de gestionar un asunto político. Y eso es grave porque demostró que no puede hacer su trabajo. Si la solución del encaje territorial de Cataluña es política, la responsabilidad también lo es. Y eso atañe a los partidos. Con la propuesta rectificada sigo sin entender por qué habría que introducir un relator. La responsabilidad de vehicular el diálogo, en cualquier caso, es del Ejecutivo.
Pero hay algo que sí demostró Carmen Calvo: la permeabilidad de su discurso. Y ya de paso ayudó al independentismo a construir un relato basado en las carencias democráticas de España. Porque si es necesaria la mediación, existe un conflicto y la imposibilidad de resolverlo. Al menos, eso es lo que se está reconociendo. Y esa idea es extremadamente dúctil para el argumentario de una de las partes.
No sé cuáles fueron las intenciones reales de Sánchez. Hay quien vio un gesto electoralista: si hay un acercamiento con los que necesitas para aprobar los Presupuestos, acabarán cediendo. Ahora, la estrategia es diferente. No se puede avanzar: el referéndum de autodeterminación bloquea el diálogo. Entiendo que, antes de la idea del relator, los independentistas no habían hablado de esto. Claro.
Lo que sí me queda claro es que dar bandazos solo genera inestabilidad. Y eso es lo que menos necesita Sánchez a un paso de las elecciones y con los Presupuestos sin aprobar. Las negociaciones no se gestionan generando confusión con ideas peregrinas. Porque da la sensación de que no hay una solidez en el horizonte socialista.
Quizá ese sea el problema de Sánchez: ha construido un gobierno como quien hace una pirámide de cartas. Se ha ido dejando resquicios que provocan inseguridad: Franco sigue en el Valle, el Open Arms no puede salir a salvar vidas gracias a Fomento y el diálogo con Cataluña se ha estancado. Eso, como resumen. Deberá tener cuidado con el juego de equilibrios; cualquier brisa puede tumbar las cartas. Mira cómo acabó Kevin Spacey…