Al cerrar una etapa, hay que dejar un espacio en blanco no lo olvidemos. Tenemos tanto miedo al vacío que corriendo vamos a rellenarlo con cualquier cosa. Acabamos una relación y vamos de cabeza a otra, o caemos en conductas de exceso para rellenar el vacío que se nos genera al cambiar, al hacer otra cosa. Al salir de la rutina. Al soltar. Que miedo le tenemos a estas palabras: "Vacío" "Soledad". Es como si nos fuéramos a morir con tan solo pronunciarlas.
Incluso tenemos miedo al dolor, al sentirlo. Por eso quitamos la mano rápidamente al quemarnos y queremos pasar rápidamente página. Hay que trabajar esto, el quedarnos un poco aunque duela, para profundizar y saber de dónde viene ese dolor y a dónde nos lleva. Porque si no aprendemos lo suficiente de la herida, o de ese aprendizaje, este se repite y vuelve una y otra vez, ya que la vida es tan sabia que nos pone la lección hasta que la aprendamos. Lo mismo que hizo con Thomas Edison y este no paró, hasta que después de mil intentos consiguió encender la bombilla.
Por eso, lo mejor que podemos hacer es dejar que los ciclos se cierren sin abrir otros inmediatamente, dejando que el vacío nos cale los huesos y ahí en el silencio escucharemos el milagro. Nuestra voz interior, lo que verdaderamente nos guía. Ese milagro llamado intuición. Y a partir de ahí ya si que podemos abrir una nueva etapa, antes no, precedente a eso, lo que hay que hacer es descansar, buscar huecos vacíos de no hacer nada. Esto a veces cuesta dado que nos enseñan a consumir, y producir, y lo contrario a eso está designado de forma negativa por esta sociedad.
Pero bueno, estamos aquí para trascender creencias limitantes y la primera de estas, es el miedo al vacío. Así que antes de salir por la ventana a lo nuevo, vamos a quedarnos un poquito en silencio en la vieja habitación que dejamos atrás, diciendo adiós. Cerrando bien esa etapa.