A lo largo de la historia, cuando los vasallos rendían pleitesía a su señor y al clero, las principales revueltas sociales se producían por el aumento de los tributos. Esto es algo que explicó recientemente el periodista Fernando Díaz Villanueva. Durante siglos, cuando nuestros antepasados eran siervos de la corona, de la nobleza y del clero salían a la calle por los excesivos impuestos que se les cobraban. Sin embargo, esta perspectiva la hemos perdido con el tiempo.
En los últimos años hemos visto una colección de huelgas y manifestaciones que tenían como objetivo que el Estado aumentase su presencia. Más Estado en la sanidad, más Estado en la educación, más intervencionismo, al fin y al cabo. En el siglo XX, y en estos 17 primeros años del XXI nos hemos acostumbrado a organizaciones gigantescas que lo controlan, o pretenden controlar, todo. Evidentemente esto tiene un coste económico, concretamente a cada español medio le cuesta más de la mitad de la riqueza que genera al año.
Imagínense que estuviésemos en la Edad Media y que ustedes son agricultores. Ha sido un año de cosecha bueno y han conseguido 1 kilos de harina. Pero estos 1 kilos no son suyos, aunque los hayan luchado y trabajado, concretamente 520 kilos son para el Estado. De todo su trabajo ustedes reciben 480 kilos, cuando han cosechado 1. ¿Se rebelarían?
Pues ocurre exactamente lo mismo en la actualidad, lo que pasa es que en la sutileza está la trampa. Imaginen que los impuestos no fueran tan sutiles, que en la nómina viniese reflejado el coste laboral (cantidad que el empresario paga a la Seguridad Social por cada trabajador pero que no se refleja en la nómina de este). Imaginen que ustedes cobran todo en bruto y a final de año pagan todos los impuestos de golpe. Su renta total es de 30 euros sin descontar los impuestos, pero llega el día de pagar los tributos y le corresponde abonar al Estado 15.600 euros y solamente a usted le queda limpio 14.400. ¿Se rebelaría?
Si la respuesta es que sí se rebelaría, debería hacerlo ya porque esta es la situación actual. En España, el Estado se queda de media con el 52% de la riqueza producida por cada trabajador y nadie se queja por ello. Quizá el problema es la falta de transparencia, ya que, igual que en la declaración de la renta viene reflejado lo que nos devuelven, también debería reflejarse cuánto nos han quitado. O quizá el problema sea que pensamos que lo público, solo porque lo regenta el Estado, es gratis. No era consciente que gratis significase arrebatar el 52% de la renta producida en un año por cada trabajador.
Tan asfixiante es la situación fiscal en España que somos el cuarto país que más esfuerzo fiscal soporta. Es decir, los cuartos de todo el mundo a los que más nos cuesta pagar los impuestos. Pero son otros tiempos, ahora no está de moda pedir al Estado que no te quiten lo que es tuyo. En la Edad Media el clero se quedaba con la décima parte de lo que producías, ahora el Estado se queda con el 52%. Pero no está de moda criticar esto. Lo que sí está de moda es pedir que gasten más dinero, más subvenciones, más regulación, más impuestos. También está de moda criticar a aquel que da sueldos a más de 4 trabajadores en el país, véase Mercadona. Está de moda creer que imprimiendo más dinero seríamos todos más ricos, sin pensar que cuanta más oferta existe de un producto este baja su valor. Está de moda pensar que los salarios subirían aumentando el salario mínimo para que los empresarios paguen más y que así les sea más difícil contratar. Porque en España, aunque el salario mínimo sea de 650 euros, el empresario paga 1.100 euros por él. Pero no está de moda pedir al Estado que en lugar del 52% de tu riqueza se queden solo con el 40% y así aumentar el salario sin asfixiar a aquel que crea trabajo. Está de moda la ignorancia, llamarse antisistema pidiendo un Estado pantocrátor.