Heredar o no heredar es la cuestión que se tienen que plantear muchas familias cuando fallece un familiar. Y es que para muchos, ese regalo se ha convertido en un sueño imposible, en un quebradero de cabeza y en una ruina económica difícil de superar.
Voy a ir por orden.
Primero están los que deciden heredar. Se quedan con la herencia y empiezan las gestiones. Luego viene la sorpresa. Lo que no puede ser es que haya gente hipotecando viviendas propias para no perder dicha herencia. Yo pienso que dicho impuesto si se tiene que aplicar, debería ir conforme a la riqueza de cada uno. Porque la diferencia entre pobreza y riqueza, todavía en España es alarmante. La gente vive por encima del umbral de la pobreza, y el impuesto de sucesiones obliga a tener un capital ahorrado del cual no siempre se dispone.
Luego están los que deciden finalmente no heredar. Después de mucho valorarlo se quedan sin la herencia por no poder afrontar el gasto. Pero les llega otra sorpresa. Gastos de Notaría que tienen que asumir para decir “no” a la herencia.
Eso sí que es una faena. Por muy poco que suponga ese gasto, moralmente te derrumba.
Porque ahí entra en juego el binomio económico y moral.
La ruina económica es una realidad, pero el malestar psíquico también.
La preocupación de muchos padres vivos para con sus hijos. Parece de risa el miedo de muchos padres a morirse por el qué será de sus hijos. Pero ese miedo existe. La moral está por los suelos. Esa falta de ilusión por conseguir una herencia tan deseada.
Yo pienso que a estas alturas , porque la herencia lleva muchos años implantada, no se puede tener a la gente paralizada por un asunto que ya debería estar superado.