Cuando tenía clase de Educación Física en el colegio, siempre tenía los mismos deportes todo el año. Fútbol, baloncesto y balonmano. No salíamos de ahí. Hasta que en 3° de ESO probé el Rugby. Un cúmulo de nuevas sensaciones invadió mi cuerpo. Touchés, melés, mauls, ensayos… Una sensación que nunca había sentido antes.
Años después, sigo enganchado con un deporte donde me permite conocer a más personas que viven y sienten estas sensaciones que siento yo. Un deporte que no sólo es deporte, sino también un estilo de vida. Compañerismo, amistad, respeto, honor, igualdad,… muchos adjetivos describen a este bello deporte que cada día tiene más adeptos en nuestra sociedad. Un modelo que se está implantando en las cárceles españolas como reinserción de presos para que tengan una segunda oportunidad en su vida.
En la actualidad, el rugby me permite conocer amigos, jugadores, entrenadores… Gente que admiro por su trabajo, su dedicación y su entrega, ya sea Sevilla, Valladolid, Barcelona, Valencia… Una rivalidad en el campo, pero una amistad en el Tercer Tiempo donde la victoria la consiguen ambos equipos por la unión que se demuestra.
Estas palabras las digo con un conocimiento de causa de cubrir encuentros y sentirme como en casa en mi ciudad, Sevilla. Un deporte que te hace superarte cada día y que te hace mejorar más en otros ámbitos profesionales.
Aunque España no hayamos conseguido el sueño de ir al Mundial de 2019, hay que levantarse y que el rugby da más oportunidades. En mi caso, el rugby me da personas y amigos que tendré siempre y que están ahí apoyando y empujando la melé de la vida. Esa es la melé en la que todos debemos empujar para que la sociedad sea mejor. Por ello, la sociedad necesita más rugby, porque es más que un deporte: es un estilo de vida.