Nunca he entendido eso de querer presumir de un título universitario, máster o lo que sea, cuando no posees conocimientos aunque sí haya un título que los avale.
Porque ¿de qué sirve un simple papel si detrás no hay saber? Al menos a mí no me vale de nada. Porque a mí, como a muchas personas inteligentes, lo que me interesa es el conocimiento que creo es lo único que capacita para tener un pensamiento crítico. Para poseer argumentos sólidos. Para tener juicio reflexivo y para rebatir opiniones con las que discrepes. Porque yo quiero que me avale mi conciencia antes que ninguna firma o titulito.
Aunque nunca es tarde para rectificar. Por eso a la mayoría de políticos les ha dado un avenate de humildad cultural y han empezado a borrar títulos -que no conocimientos- porque, como digo, estos solo se obtienen si dedicas tiempo, esfuerzo y pasas horas de estudio e “investigación propia” (no copiada de otros).
Actualmente es penoso ver como se denuesta, atribuyéndose méritos o títulos que no poseen, a una institución que es cuna del saber. Que esté cuestionada la universidad porque unos cuantos “intelectuales” quieran serlo sin tener mucho intelecto para ello. Y peor aún es entender que la palabra “honestidad” no está incluida en esos títulos.
Por ello pienso que la honestidad debería de ser un “máster obligatorio” sea cual sea el ámbito de la vida en que te muevas. Porque esta, la honestidad, es un valor que se ha de tener como premisa tanto en lo privado como en lo público.