No sé qué pensar cuando escucho una noticia relacionada con la violencia machista. Entiendo por lo que pasan las mujeres cuando se encuentran con esta situación, la experiencia te enseña muchas cosas y, por desgracia, empatizo al cien por cien con estas mujeres.
Te sientes atrapada, como si nadie pudiera ayudarte a batallar contra la impotencia y el dolor que, casi más con palabras que con actos, produce “el macho alfa” día tras día. Pero parece que todo lo soportamos porque somos débiles y eso no es así, aquí el débil es quien recurre a la furia por no saber estar con una mujer sin imponer su autoridad.
Mi idea es poner al hombre violento en su lugar. Creemos que son valientes, más fuertes que las mujeres y ellas no tienen ninguna oportunidad, algo que es totalmente falso. Cuando un hombre acosa, agrede o daña de alguna forma a la mujer, pierde toda la valentía que ha podido tener en algún momento de su vida, porque es muy fácil dominar al sexo débil, pero no olvidemos que el sexo débil da a luz a los hijos, los cuida, los amamanta, les da calor y cariño sin que se lo pidan, se ocupa de la casa, cocina, va a hacer la compra y mil cosas más que podría seguir diciendo.
[Sumario]
El hombre solo entiende la violencia y con nuestras denuncias podemos dejar de vivir con miedo a alguien que, aunque alguna vez consideramos importante, es insignificante. Dejemos de sentirnos pequeñas y pisemos con fuerza para dejar nuestra huella, para poder decir que a mí no me van a quitar la vida porque yo quiero vivir, y no soy la esclava de un pobre infeliz que, ya que carece de cualquier argumento o pretexto para lastimar a cualquier ser vivo, decide hacerlo por la simple razón de recordar que él lleva los pantalones, algo que es patético.
Permitidme que os diga algo, no es atractivo un hombre que domina, porque el hombre no es tu dueño, es tu compañero. Tanto el hombre como la mujer somos compañeros de otras personas, pero nada es más importante que la dignidad y la vida de uno mismo. Así que, si alguien pretende arrebatarnos la vida o la libertad, alcemos nuestra voz y gritemos que no, que esta vez decidimos seguir adelante, luchando como cada día se hace para ser los dueños de nuestro destino y que nadie nos haga sentir inútiles.
Para las mujeres que se sienten perdidas, las órdenes de alejamiento no nos salvan del agresor, lo que nos salva es nuestra fuerza y las ganas de vivir, pero la ley está para ayudar y debemos confiar en que somos las que tenemos la última palabra. Nuestra vida es el mayor tesoro que podemos poseer, nadie tiene el derecho de llevársela y no lo vamos a tolerar.
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