Se llama Pedro Sánchez y es el Presidente del Gobierno. Durante casi una hora responde al director y a la subdirectora de eldiario.es, Ignacio Escolar y Neus Tomàs, sobre todo aquello que le plantean. Habla con calma, controla el gesto y, al final, se ríe. Habla; sí, sabe hablar; insólito, indistintamente de estar de acuerdo o en desacuerdo, da gusto escucharle, es que, habla…; escucha las preguntas y responde: sí! ¿Pero, con quién hemos estado los últimos 8 años?, ¿a qué tortura hemos sido sometidos, para invertir nuestro tiempo y esfuerzo en luchar por lo justo y evidente?, ¿han cometido contra nosotros un delito de lesa humanidad?
Durante casi una década, esencial, hemos estado abocados a pelear sin recursos contra el despido; a subsistir con un ridículo subsidio, a defender el techo y las lentejas día a día, a caer rendidos y sin amparo, al ‘venga usted mañana’, a una sanidad en precario, una educación maleducada y a llegar a casa con los nervios destrozados de impotencia y, entonces, hay que conciliar el descanso con la cabalgata que protagonizan los mangantes, esos que nos han robado 125 millones (o más) y hablan de democracia.
Son 44,58 minutos de entrevista, y yo, quiero más; porque, si me despiertas del letargo, quiero todo lo que me han quitado; quiero mis derechos y libertades, dejar de tener miedo; quiero la reconstrucción de este páramo; el sentido común, el trabajo responsable, reconocer los errores, vivir el presente y crear futuro, apoyar a quien lo hace bien y sacar del mismo saco a quien no lo hace; y quiero volver a mi país.
Un país que ha perdido los tres sectores de los que vivíamos: agricultura, pesca y ganadería (al garete); industria sólida (desmantelada); servicios, capaces de reunir al mayor número de licenciados y bien formados académicamente, para hacer camas y poner cafés, por cuatro perras. Una Península con 2 archipiélagos que no tiene dónde echar las redes, y cuyos mares se han convertido en el portón de entrada de droga y mafias; una industria desmantelada, descapitalizada por los cuatreros y vendida y revendida a precio de saldo; y un turismo hecho para que unos cuantos se froten las manos llenas de beneficios, con el desprecio a sus trabajadores por bandera (democrática).
Pues, al lío; al trabajo con alegría; jornada a jornada y sin pausa. “Y, la Iglesia?”. Eso está en el minuto 47.