Me alegra regresar de Madrid con un puñado de grandes emociones personales y sociales que poder compartir. Como otra cualquiera, no tengo ni idea de a quién vota la peña, pero vengo llena de esperanza; la que riega un Partido Socialista (veremos si es obrero), en el horizonte de decenas de personas a las que he tenido el gusto de escuchar, en su mayoría, mujeres: sí, ellos están en el fútbol, y en algunas casas, casi mejor. Me vengo con la gran esperanza de Marina, que ha superado 3 tumores cerebrales que, además, le han añadido glamur; con las palabras de Kaila, adolescente sin redes, centrada, y deseosa de cursar Psicología; con las verdades de Olga, siempre a punto de fusilar falacias de mea pilas; con la renacentista Prado, afanada en lo suyo y diestra en manualidades, cocina y varias artes del mundo.
Me traigo las voces párvulas de Ana, Josué y Nando, que guerrean con globos de agua, cuando saben que ese bien es tan escaso como el tiempo de verano… como el tiempo que les queda para dejar atrás la niñez y convertirse en personas que, poco a poco, acomodan la crudeza de la vida entre la ternura regalada; esa que ahora no reconocen y a la que volverán, en unos años, como refugio en días de lluvia. Y, entonces, reirán; reirán abiertamente hasta saltárseles las lágrimas.
Me vengo sin venganza, llena de voces fundadas, preocupadas, algunas dolidas y todas esperanzadas; y escucho a Margarita Robles en el café con Susanna Griso y casi me reconcilia con el problemón de la migración; y le robo a Raquel Martos, en infolibre.es, el nombre de su columna. “Muy fan de”… Margarita; y me siento la niña que escribía poemas sobre el crecer de la hierba de la casa de Ito-Ita, en mi Lillo del alma; y balbuceo: ‘por favor, no me decepciones’; de acuerdo, sé que no te van a dejar hacer todo lo que quieres; lo sé; así es que me voy a tuitter, a ver qué dice el presi; y habla del fútbol y de migrantes. Vamos bien; vamos bien. Y con este contenedor de emociones, tecleo Máxin Huerta, solo para decirle que le echo de menos: ya no está. Qué pena ver en la bandeja la cabeza de Sansón!; pero, ya ves, hasta los restos del malote hacen daño. Mi querido Màxin, yo te he perdido a ti; tú, no me has perdido a mi; porque, en esos 7 días me has ganado (qué no es fácil; bueno, sólo para Luis Larrodera [siempre hay debilidades], ya me entiendes). Las cosas son como son, no como queremos que sean; pero, aquí me tienes, con lo bueno y lo malo, rarezas y tristezas, ñoñerías y despistes. El tiempo, a veces, te hace abuela.