Hizo bien ayer, ‘En el punto de mira’, recordar el reguero de corrupción que nos invade: oposiciones amañadas, exámenes comprados, funcionarios con el uniforme manchado… Casos en Córdova, Sevilla, Mallorca, Madrid… Allí donde rasques un poco, te encuentras a los subasteros, con su catálogo de perversiones actualizado: una plaza aquí o una concejalía allí. Depende de lo que pagues el rango sube: cabeza de lista, dirección general, otra medalla, una fundación; la oferta incluye cualquier lugar para forrarte.
Qué triste que hayan inoculado, a este país de buena gente hace 30 años, el virus del depredador: “el que pilla, pilla y a vivir”; qué pena que seamos la panacea de las mafias, amparadas en clanes que se lo llevan, entre lección y lección de democracia; entre puñalada y puñalada; mentira y mentiras bien planchadas y peinadas, resueltas y seguras de que no ocurre nada.
Nos han enseñado a robar, casi como ellos; a evadir impuestos, casi como ellos; a trabajar sin contrato, falsear facturas, pisar al vecino, vender droga, crear la consabida maraña de empresas, lavar dinero, esconderlo, vestir la vanidad y enterrar la decencia. Qué desolación: más de 7 gestores electos ensuciados en cerca de 400 causas judiciales, con la sospecha de meter la mano en 122 millones de euros.
Un país masacrado a impuestos desde que respiras, donde los que tienen la obligación de ser paradigma, arrojan a la población a un páramo de escuálido presente y sin futuro; donde hasta los despreciados tuercebotas han aprendido que es mejor ser ‘amiguito’, estar con ellos que contra ellos, buscar una rendija por donde colarse, empapados en la colonia que tapa tanto hedor.
Ellos, los acostumbrados a vendernos lo nuestro, los que amenazan con boicotear la democracia del otro, los emperadores del chantaje y el abuso, los reyes desnudos de vergüenza… Aquí está su legado. Un modelo que ha cundido; ya es el espejo en el que han decidido mirarse muchos, con el que seducen a los chavales que también quieren su coche de lujo, sus clubes de alterne, sus viajes y salir de compras por alguna milla de oro.