Quiero ser yo

La cuestión es que los ciudadanos están hartos, y entre unos y otros, les han llevado a que les importe un bledo cuánto vale la casa del político.
Edurne García Ordóñez
España
20.05.2018
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Escribe Podemos una carta a sus inscritos que concluye: “El siguiente puedes ser tú”. ¡Gracias! Por favor: ¡a mí, a mí! Yo quiero ser la siguiente en tener una previsión económica de 30 años garantizados, para pagar la hipoteca; más los seguros, agua, luz, calefacción, IBI, mantenimiento, transporte; manutención, educación y cuidado de mis hijos (¿necesitaré contratar a alguien, para que me eche una mano?); algo de cultura (no pido ocio), transporte y poco más. ¡Señor, señor!, que sea la elegida. Una lotería así es un sueño; porque, ¿cuánto me van a ingresar en el banco, puntualmente todos los meses, durante 30 años, para hacer frente a los pagos?

A cambio, me pueden convertir en TT, el tiempo que estimen oportuno; acampar delante de mi puerta, pegar carteles de mi cuerpo entero, buscar y rebuscar en la basura, y conversar con Eduardo Inda de fútbol; eso sí: las pelas, a final de mes.

La cuestión, en este país, es que los ciudadanos no tienen ninguna garantía de mantener sus empleos 3 décadas, ni que cumplan en ese trayecto con las condiciones iniciales que les llevaron a realizar sus proyectos de vida. El desahucio es el resultado de no afrontar los pagos, por no tener ingresos para ello, por carecer de trabajo y formar parte de la luctuosa lista de parados de larga duración que, en el mejor de los casos reciben un subsidio de 430 euros al mes. Los suertudos que sobreviven en el ámbito laboral, lo hacen con algo a lo que se llama contrato, cuando es una mierda eventual, parcial y miserable.

La cuestión es que mientras hay un Vista Alegre I y II, y se consulta a las bases, y se debate en el seno interno, y se hacen primarias; y se atienen a la RRSS y medios, y hoy Cataluña y mañana Cifuentes y pasado ERES y luego Gurtel…, no parece que quede mucho tiempo para ocuparse (más allá de en los discursos) de consensuar a las izquierdas, atender a las víctimas, amparar a los olvidados, reducir las listas de espera: de la sanidad, de los que precisan vivienda, de los colectivos (Bomberos,  AAMM y otros) sin regulación laboral coherente, de los que quieren la equiparación salarial, de los del TO ( que cobren en tiempo y forma); de los pensionistas de cuatro perras, de los pobres energéticos… Todos y más están en esa lista de espera, en la que sobran palabras y falta ponerse a trabajar.

La cuestión es que los ciudadanos están hartos, y entre unos y otros, les han llevado a que les importe un bledo cuánto vale la casa del político, porque están más preocupados en tener su techo y poder pagarlo. El tedio llega a tal punto, que ver en la tele otro caso de robo a manos llenas, y un panegírico de democracia y buenas intenciones; conduce al mercado informal, a incrementar la distancia entre las responsabilidades de los ciudadanos y las del Estado, a intentar la vía rápida, puñales en ristre, para hacerse con uno de esos tronos políticos o, aunque sea, ir a Gran hermano.

¡Ah! Los de arriba y los de abajo… qué tiempos aquellos de ‘Rebelión en la granja’.

 

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