Ahora más que nunca… Sigue nadando, pescaíto

Gabriel era un niño al que le encantaban los peces, risueño y educado; en el colegio le iban a nombrar “Míster Simpatía”.
Miguel P. Montes
España
18.03.2018
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Una semana. Siete días han pasado desde que la Guardia Civil encontrara, semidesnudo y tapado por una manta, el cuerpo sin vida del pequeño Gabriel en el maletero del coche de su madrastra, Ana Julia Quezada. Sí, Ana Julia, esa mujer (por decir algo) que lloraba en público y que pedía “que me devuelvan a mi Gabrielillo”, que para ella era como un hijo. Sin palabras. Tras 12 días de búsqueda en los cuales se sospechó de una expareja de la madre, la asesina confesa del pequeño caía en la trampa de la Guardia Civil: la pareja de Ángel sacaba el cuerpo sin vida del pequeño de un aljibe que se encontraba en Rodalquilar, la finca de los abuelos paternos del niño, para trasladarlo hasta la residencia donde la pareja vivía desde hacía poco más de un año, en Vícar. Fue allí donde, entre gritos de “Yo quiero a Gabriel” y “Yo no he sido”, Ana Julia era detenida por, presuntamente, haber acabado con la vida de ese cuerpecito que descansaba en el interior de su coche.

Gabriel era un niño bueno que, desde pequeño, vio cómo sus padres vivían vidas separadas. Sin embargo, para ellos era lo más importante, y el niño los tomaba como su mayor ejemplo a seguir, como sus superhéroes. Uno de los guardias civiles que dio la rueda de prensa apuntó que “para Ángel, Gabriel era lo más importante”. Sin embargo, hace un año y medio que una bruja mala, como decía el cuento que le llegó a Patricia, apareció en las vidas de padre e hijo, y de la familia en general, para cambiarlas para siempre. Nunca le gustó a Gabriel la forma de ser de la nueva pareja de su padre. Fue esa mala relación la que provocó una supuesta discusión, la última discusión, entre el niño y Ana Julia, la cual acabó con la vida del pequeño. Sin embargo, nadie se cree que un niño tan bueno y educado intentara amenazar con un hacha a una mujer de 43 años. No es creíble, como tampoco podíamos creernos en un primer momento que el niño apareciera muerto. A veces, la crueldad humana va un paso más allá. A veces, las cosas no son lo que parecen, y la gente actúa con tal de no revelar la verdad. Sin embargo, por suerte, la verdad siempre sale a la luz.

Desde ese momento han pasado muchas cosas: la autopsia reveló que Gabriel había muerto por sofocación, se enterró el cuerpo tras una misa funeral con más de 3 personas arropando a la familia y Ana Julia confesó el crimen, influenciada “por la rabia”, instantes después. No obstante, no han cesado las muestras de cariño y respeto para toda la familia. Una familia que ha dado una lección a toda España con su entereza y su forma de hablar cuando no se veía nada, cuando todo estaba a oscuras. Ángel y Patricia, los padres del pequeño, a pesar del cansancio de tantos días en vela buscando a su “pescaíto”, nunca perdieron la esperanza, y siempre pedían, entre lágrimas, un esfuerzo aún mayor que el anterior para poder encontrar a su hijo. “Devolvednos a nuestro pescaíto”, pedía entre sollozos y pucheros el pasado 9 de marzo, dos días antes de que apareciera el pequeño.

Como dice el relato que le llegó a Patricia antes de enterrar a su hijo, “Gabriel ha conseguido cosas muy bonitas”. Es verdad, lo ha hecho. Ha conseguido que el pueblo español deje a un lado las rencillas, las diferencias… Y se una para interesarse por un caso que nos tuvo durante casi dos semanas con el corazón en un puño. Cada avance, cada hálito de aliento hacían ver que algo podría salir bien. Sin embargo, el pasado 11 de marzo saltaba la peor noticia de todas a la una y media de la tarde, como un jarro de agua fría en la cara: habían encontrado el cadáver. El caso Nemo caló en la sociedad española. Quizá porque era un niño muy pequeño, quizá por la forma de ser de sus padres. Nunca dejaron de hablar de él en presente: era bueno, educado, sonriente… En su colegio le iban a nombrar Míster Simpatía. Nunca llegó a serlo. La vida es muchas veces injusta y selectiva.

Creo que todos te debemos algo Gabriel, y creo que una parte de nosotros se ha ido contigo. Todos esos “pescaítos” en ventanas, camisetas y redes sociales… Todo ese sentimiento que nos creabas por saber qué estaba sucediendo con el caso ha sido porque tenías algo especial. Por ello, no puedes caer en el olvido, no puedes ser uno más. Aunque ya estés jugando con tus peces, has acabado “con la bruja mala” y necesitas un premio por tanta valentía en un cuerpo tan pequeño. Ojalá pudieras ver todo lo que has hecho, todo lo que has provocado. Ojalá poder ver cómo sonríes ante las muestras de cariño que han recibido tus padres cuando tú ya no estabas. Mantén esa sonrisa allá donde estés, porque tus padres seguro que es lo que quieren y que es lo único que, en estos momentos de duelo por tu pérdida, les puede dar fuerzas. Aunque estés lejos, no te has ido.

D.E.P. Gabriel.

Ahora más que nunca… Sigue nadando, pescaíto. Siempre lo harás en nuestra memoria.

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