Bien, me pregunto dónde queda actualmente esa máxima ” ser buena persona para ser buen periodista”. En estos días los medios de comunicación y redes sociales se han inundado con el caso del pequeño Gabriel. Una forma de ayudar y apoyar a una familia sumida en la más infinita de las tristezas.
El desenlace, por desgracia, ya lo sabemos. Y es a partir de aquí, donde reflexiono acerca del tratamiento que medios y periodistas siguen dando al caso. Que tampoco es de extrañar. Es lo de siempre. Hacer de hechos trágicos un circo mediático y los periodistas actores que, guiados cual marioneta por las audiencias, completamos el cartel perfecto.
[Sumario]
Porque, ¿qué puede aportarnos que una vez encontrado y detenido al presunto autor o en este caso autora de una muerte tan injusta, se sigan haciendo programas dedicados a destapar cómo era, qué hacía, si era una mala o buena persona y mil preguntas más…? O se publiquen titulares escabrosos que ni son relevantes, ni esclarecen nada, excepto producir morbo en el espectador. Pero así es esto de la televisión. Que si no aprovecha el espectáculo y se queda simplemente en la narración mostrando los hechos, poco beneficio saca.
Al igual que la norma de muchos programas de consultar a profesionales para que opinen acerca del perfil psicológico o la personalidad del detenido. Porque, obviamente, eso tampoco dará luz al caso, puesto que esa parte corresponde a la investigación policial. Y no a la profesión periodística, cuya labor es la de servicio público. Informar investigando y no “desinformar con la instantaneidad” de mensajes vacíos de contenido. Aunque sí llenos de espectáculo.
Los periodistas deberíamos ser los que aplicásemos nuestra deontología y contar lo sucedido dignamente y fuera de todo lo que pueda llevar a convertir hechos lamentables en exhibicionismo. Parece que la ética que nos enseñaron en la facultad, a la mayoría se nos olvida que exista. Quizás porque los dueños de los medios y sus acólitos saben poco de periodismo, y la palabra ética les suena muy, pero que muy lejana, aunque la de beneficios económicos sí la perciban mucho más cercana.
Y terminando con una frase del mismo autor, Kapuscinski, decía “Los cínicos no sirven para este oficio”. Seguro que si lo tuviera que expresar en esta época pensaría lo contrario.