Los huevos de Europa

La gestión de la pandemia nos va a obligar a repensar una Europa en descomposición. La clave está en armar un relato común solidario con los del sur para evitar males mayores en el futuro
Luis Mejía
España
01.04.2020
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El coronavirus está teniendo una derivada política compleja: la respuesta dentro de España está dejando lagunas y fuera, un océano de insolidaridad. Los que se encargan de lanzar los botes salvavidas demuestran poca altura de miras y un cierto clasismo. El problema es que eso va a hacer que nos replanteemos nuestra relación con Europa. Con todo lo que eso conlleva.

En Annie Hall, Allen hace un retrato bastante cabal de las relaciones humanas. En una escena, el director recuerda un chiste sobre un hombre que llevó a su hermano loco al psiquiatra porque decía que era una gallina, pero no lo encerraba en el manicomio porque necesitaba sus huevos. Por ahí cuela su enfoque: “Eso es lo que pienso de las relaciones humanas: son irracionales, locas y absurdas. Pero supongo que seguimos manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos”. Esa es Europa ahora.

Es vital construir una respuesta común basada en la solidaridad de los valores europeos. El problema es que la UE ya hace tiempo que se ha olvidado de ellos, aunque “Europa tampoco existiría sin un mínimo de fraternidad” (Juliana, La Vanguardia). Todavía no hemos sabido ofrecer una solución aceptable a la crisis migratoria y aún quedan muchas otras sin resolver: “Los rencores generados (…) y la falta de un liderazgo claro lastran a una UE que no sabe cuál debe o puede ser su lugar” (Suanzes, El Mundo).

En un momento en el que esas diferencias aún “no se han resuelto, solo tapado o parcheado” (Suanzes), pretendemos aunar fuerzas para frenar los contagios económicos. Pero el quiste sigue siendo el mismo: el menosprecio a los países del sur. En este tipo de crisis se acrecientan más las desigualdades y la bala de plata contra el coronavirus no debe hurgar más en ellas.

A la UE le va la vida en ello porque el riesgo es enorme: “Si Europa no se hace solidaria, difícilmente van a sobrevivir las instituciones europeas” (Juliana). Además, la falta de apoyo comunitario puede despertar y alimentar todavía más a los populismos y a los partidos de extrema derecha que buscan en las grietas del sistema la oportunidad para atacar y profundizar las fisuras. Esa brecha entre el norte y el sur puede hacer que “les vaya bien y ganen muchos votos” (Vélez, Onda Cero).

El problema es que esta crisis de identidad viene de lejos y el peligro está en que las heridas ya no se puedan suturar. Necesitamos una recomposición lógica, compensada y organizada del peso político de todos los países, pero sobre todo un replanteamiento de la jerarquía europea. Pero eso es imposible sin un relato común y una llamada emocional a los ideales fundacionales.

También es imprescindible ejercer un liderazgo fuerte ahora dentro y fuera de España. Sánchez está coordinando con Italia el contrapeso al pulso que mantienen con Alemania, Holanda y los nórdicos por el dispositivo de contingencia económica. Y está siendo vehemente. Pero ese arrojo hay que demostrarlo también aquí en España.

Esta crisis es nueva, sobrevenida e imprevisible. Viene sin manual de instrucciones y eso es lo que la hace especialmente peligrosa. El deber de cualquier gobierno es intentar paliar los efectos más graves y evitar que sean irreversibles. No es momento aún de exigir responsabilidades, pero llegará un momento en el que alguien tendrá que asumirlas. La falta de previsión y los desbarajustes con la compra de materiales y test son inaceptables. Tampoco es comprensible la descoordinación con las CCAA.

Hay deficiencias claras en la gestión del Gobierno; es primerizo, pero no es excusa. Lo más probable es que esta sea la mejor forma que han encontrado de intentar resolver la emergencia sanitaria; quizá el problema es que no tenemos a los mejores. Lo único que nos queda es confiar en ellos. Lo que no sé es si podremos seguir confiando en la hermana Europa que necesita terapia si ya hace tiempo que ha dejado de ponernos huevos.

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