Super abueletes

Ese 0,25% que hace ya meses indignó a una España entera, continúa en la palestra con las distintas marchas por la defensa de pensiones públicas en distintos puntos del país
Alba Marrero
España
24.05.2018
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Hace casi tres meses escribía una columna en mi blog para hablar sobre los pensionistas. Un auténtico boom de abuelos y arrugas, ojos cansados, que tomaron la calle, aun con lluvia, para decirle a esa farsa de democracia, la que se esconde entre los leones, que la gente se muere de hambre mientras que a la corruptitis no le afloran las vergüenzas, extendiéndose como la pólvora entre casos, juicios y abogados. Ese 0,25 por ciento, que hace ya meses indignó a una España entera, la currante y perroflauta, continúa en la palestra con las distintas marchas convocadas este fin de semana, en distintos puntos del país, para la defensa de pensiones públicas.

España tiene muchísimas cosas. No, no he parafraseado a Rajoy en uno de sus banalidades lingüísticas. España tiene muchísimas cosas de las que avergonzarse y casi siempre provienen del poder. Bueno, siempre sin el casi. Nunca se hablará mal de la cultura, de la música, de la danza o la gastronomía. Ni siquiera de nuestros jóvenes y mucho menos, de nuestros abuelos. Sí de los maltratos a los que les someten. Y no hay cosa más terrible que un gobierno desprecie a los artistas y científicos, a las escuelas y a los hospitales, a la calle en sí misma, y hable de patriotismos. Es que existe un 0,25 por ciento de posibilidades de que no se esté tomando el pelo a una España que ahora es anciana, que curró con sus manos sin importar las cicatrices para callar al estómago, que levantó a este país de una guerra de mierda y como toda, innecesaria.

Existe un 0,25 por ciento de posibilidades de que una persona con arrugas, dolores y nostalgia no tenga un hambre que contar. Entre el sacrificio de la vida laboral de posguerra y el cielo de la jubilación, hay un 0,25 por ciento de posibilidades de que el descanso, la vida sin rutinas, no sea merecido. Esas manos de callos, durezas y cicatrices a las que el gobierno ha insultado con un mísero 0,25 por ciento, continúan luchando ahora en la calle, como cuando lucharon por matar el hambre en la posguerra, olvidándose de sus sueños, gustos y habilidades porque la familia en este país es lo primero y el estómago vacío en cualquier parte del mundo, feo. Las calles pues, se tiñen una vez más de vistas cansadas, vida borrosa, cabello grisáceo, voz adorable, espaldas jodidas, rodillas temblorosas y almas con penurias.

En ese entonces, en esa España destrozada a cachos y por bandos, los abuelos se deslomaron, se agotaron y se fatigaron para darles a la generación del baby boom, escuela y alimento. Esperaban con ello que sus hijos volaran en un futuro libre y estable, con menos penurias de las que ellos vivieron aunque el gobierno tuviera preparada una crisis económica para ellos, un saqueo de pensiones y una larga vida laboral hasta los sesenta y siete años. Se empieza a hablar de setenta. Los baby boom, que dieron sobre todo esperanza a este país, curraron desde pequeños, alternando las matemáticas con la ayuda en la frutería, panadería o comercio de sus padres, para darle a sus hijos — la generación milenial — todo lo que ellos no pudieron recibir; hasta pidieron préstamos para que pudieran estudiar en la universidad; cumplir sus sueños. Fue así como nació una de las generaciones españolas más cultas y preparadas de toda su historia, para el orgullo de sus progenitores pero a la que el gobierno le tenía preparada la puerta abierta para la fuga de cerebros, la precariedad y el desconcierto de la cotización. Puede, por tanto, que exista un 0,25 por ciento de posibilidades de que el gobierno no tenga preparado ya algún plan macabro para la próxima generación, la que nació con un móvil entre las manos, y que será mucho, mucho más escasa dadas las barreras que el panorama pone en la actualidad para poder formar una familia con ridícula conciliación y contratos basura.  

Aunque existe un 0,25 por ciento de posibilidades de que al gobierno patriota y de banderitas en sus muñecas le importe una mierda lo que le pase a su gente, los miles y miles de pensionistas que han teñido estos meses a España de coraje y decencia, nos han recordado que aunque este país sea un nido de tiranía, hay abuelos, padres y jóvenes que siempre gritarán frente a los leones para dar caña y revolución. Dignidad, a fin de cuentas, que es lo que nunca el gobierno nos podrá reducir a un 0,25 por ciento. Tal y como declaró Paquita a los medios de comunicación, que supongo que existe un 0,25 por ciento de posibilidades de que no sea una de las pensionistas favoritas de España: «La pelea es de todos porque todos estamos mal ¿Cómo andáis los que trabajáis con un sueldo de miseria y con contrato de dos meses, de ocho días, de quince? [..] Todos tenemos que juntarnos y luchar porque así es únicamente como se pueden conseguir las cosas: luchando».

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