El tira y afloja sobre la implantación del sistema de etiquetado Nutri-Score en España, no cesa. El asunto continúa generando preocupación entre nutricionistas y representantes de sectores como el del aceite de oliva, jamón ibérico y queso manchego. Especialmente ahora que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha declarado ante un grupo de periodistas que piensa continuar con la promoción de una ley que regule el uso del Nutri-Score de forma voluntaria. El objetivo de Garzón es, pese a las críticas, avanzar en la implantación del sistema a finales de 2021. Mientras tanto, la oposición se moviliza para dar a conocer las imperfecciones del sistema y exigir un cambio.
Los primeros en exigir una revisión de la decisión de Consumo fueron los representantes del sector del aceite de oliva. Los pedidos datan de 2018, cuando desde el Ministerio de Sanidad anunciaron la implantación del etiquetado Nutri-Score. En aquel entonces, uno de los primeros datos en conocerse fue la clasificación que tendría el aceite de oliva. Contrario a lo que cualquiera hubiera podido imaginar, el Nutri-Score, en lugar de destacar los beneficios del aceite, lo situaba en la zona roja. Es decir, en la categoría de los productos poco saludables. En ese entonces, ya se hablaba de la “polémica” que suscitaba el etiquetado entre nutricionistas y profesionales. Una polémica que se ha intensificado con el paso del tiempo y que continúa generando roces entre la oposición y Consumo.
Tras años de idas y vueltas, parecía que el asunto del aceite de oliva estaba por resolverse. Desde la Interprofesional del Aceite de Oliva Español, la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO) y junto a otras empresas productoras y envasadoras de aceite de oliva, le pidieron al Ejecutivo que garantice la clasificación “A” del Nutri-Score para los aceites de oliva vírgenes. El problema parecía estar resuelto cuando se dio a conocer la noticia de que Consumo había llegado a la conclusión de excluir al aceite de oliva del Nutri-Score. Sin embargo, días atrás, Garzón desmintió esta información y aseguró que no pedirá una exclusión formal debido a que, de momento, el etiquetado es voluntario. Lo que significa volver a retroceder al punto inicial en 2018.
La diferencia con respecto a cómo era la situación en 2018, es que el sector del aceite de oliva ha dejado de ser el único que se opone a la implantación del Nutri-Score. Recientemente, sectores como el quesero y el del jamón ibérico también han realizado peticiones para ser excluidos del sistema. Por ejemplo, desde la Asociación Interprofesional Española del Cerdo Ibérico (ASICI) han pedido que se revise la clasificación del jamón ibérico por su alto contenido en proteínas, vitaminas y minerales. Sin embargo, ninguno de estos sectores ha tenido suerte a la hora de alcanzar su objetivo. Contrario a lo que esperaban lograr, Garzón ha sido tajante al decir que no pedirá que otros productos sean excluidos.
A su vez, según recogen ciertos medios de comunicación, Garzón habría dicho que los pedidos de exclusión responden a una "campaña beligerante". Indicando que algunos buscan ocultar componentes de ciertos productos que obtienen una calificación negativa. Justamente, la ironía detrás de todo esto, es que productos clave en la dieta mediterránea, como el aceite de oliva, necesitan pedir excepciones. Mientras que otros productos como los cereales azucarados para niños, gozan de una buena clasificación. Esto gracias a que el algoritmo Nutri-Score, enmascara los puntos negativos del producto. Un ejemplo que fue revelado por el tecnólogo de alimentos Miguel Ángel Lurueña y que obligó al ideólogo del Nutri-Score a admitir que el caso de los cereales es “una de las lagunas del sistema”.
Teniendo en cuenta las críticas al sistema y continuando con el asunto de las peticiones y excepciones, Garzón intentó poner paños fríos al recordar que “cualquier sector puede autoexcluirse cuando sea oportuno”. Esto debido a que, por el momento, el sistema es voluntario. Aunque no hay que olvidar que la decisión de la implantación de un etiquetado de manera obligatoria, depende de la Comisión Europea, que será quien determine cuál será el sistema elegido para ser aplicado de forma armonizada en los Estados miembro. Además, resulta irónico que Garzón insista en que el etiquetado es voluntario, mientras que al mismo tiempo, ha manifestado su apoyo a la armonización europea del Nutri-Score. Sin embargo, mientras la Comisión no llegue a una decisión, España podrá seguir con la implantación voluntaria del etiquetado. Por ende, también con las exclusiones voluntarias. Algo que para las asociaciones como la AEMO, no tiene sentido ya que una exclusión del Nutri-Score para productos estrella de la dieta mediterránea como el aceite de oliva, no es suficiente.
Según afirman, la autoexclusión del sistema, solución que propone Garzón, no sería efectiva. Principalmente debido a que el hecho de que ciertos productos lleven el etiquetado y otros como el aceite de oliva, no lo hagan, crearía incertidumbre entre los consumidores. Lo que llevaría a sospechar y preguntarse si los productos que no llevan el etiquetado son realmente saludables o no. Por otro lado, esto generaría un problema porque todavía no se tiene en claro qué pasará con los productos que se autoexcluyan y que se exportan a países como Francia, donde el Nutri-score es voluntario. Según AEMO, el aceite de oliva seguiría llevando una mala clasificación.
“Hay quienes consideran que es insuficiente, una crítica legítima, pero no hay otro sistema mejor disponible”, ha concluido Garzón. Sin embargo, sorprende que el ministro afirme que no hay otra alternativa cuando, en realidad, sí la hay. Otros países han apostado por el NutrInform Battery. Este sistema creado por Italia, indica al consumidor la contribución nutricional de los alimentos en relación con las necesidades diarias y con un correcto estilo de alimentación. El sistema basado en un símbolo de “batería” busca superar los efectos negativos derivados del sistema Nutri-Score.
Existiendo otras alternativas al Nutri-Score, que además parecen ser más adecuadas para la dieta española, no queda claro por qué desde Consumo insisten en que no existen alternativas. Sin embargo, lo que sí queda claro es que no se debe aceptar la implantación de un etiquetado que funcione como un sistema cuantitativo y no cualitativo y bajo el cual un producto como el aceite de oliva, obtendría una peor clasificación que un producto procesado, con conservantes, colorantes y azúcar añadido.