El partido inaugural presentaba dos equipos que han vivido una historia con cierto paralelismo en la presente década. El Palma Futsal, numeroso en afición, saltó a la pista con la maldición de no haber conseguido una victoria en todas sus clasificaciones a la Copa de España. Mientras, El Pozo arrastra el deseo de quitarse la miel de los labios. Mientras que se ha codeado con los grandes a nivel futbolístico, nunca ha culminado como debiera: hasta cinco veces ha sido subcampeón en las ocho últimas ediciones de la Copa de España.
Sarmiento estuvo hiperactivo. El primer acto estuvo protagonizado por su voz –como guía, siempre ruidoso y alentador– y por sus detenciones. Proporcionó seguridad en los incesantes intentos de El Pozo Murcia, que no se quitó el papel de favorito y comenzó dominando. La apuesta por la posesión chocó con el revulsivo planteamiento definido por los de Antonio Vadillo. Pacientes, se basaron en la réplica para punzar poco a poco la defensa de los murcianos. Los insulares optaron por esperar y la salida desde el banquillo de Paradynski encendió la chispa del contragolpe.
Andresito provocó que el público se levantara por primera vez del asiento en la nueva edición de Copa. Un disparo medido y cruzado maquilló la cepa del poste. El intento del ‘8’ disparó la tensión del Palacio de los Deportes, que se sumergió en un tramo donde la crispación y el cuerpo a cuerpo tomaron el papel principal. En medio del barullo una contra finiquitada por Quintela abrió el marcador, que solo tuvo que poner el pie para recoger un rechace de Fede.
El tanto del Palma pareció un espejismo. Fue un último acercamiento que dio paso a un monólogo ofensivo de El Pozo. Estimulados por la adversidad, sometieron a un asedio a Sarmiento, que ofreció espectáculo en forma de paradas. El meta del Palma Futsal parecía imbatible. No distinguía de la fuerza ni de la colocación del esférico. Ni siquiera de las situaciones en inferioridad. Sarmiento fue el dolor de cabeza del favorito.
La sorpresa. Conforme pasaban los minutos, Antonio Vadillo y su quinteto confirmaban que era la estrategia a seguir en este partido. Con el cambio de campo, el guion no cambió de argumento y El Pozo salió a someter a su rival a un duro esfuerzo físico producido por la posesión constante. El Palma no descartó la baza del contragolpe y acertó. Tomaz, con tan solo cuatro minutos disputados de segunda parte, aprovechó una de las transiciones y con dos movimientos imprevisibles dejó a la defensa mirando cómo su disparo perforaba la escuadra de Fede. El Palma se empezaba a creer el pase a semifinales.
Duda reculó y cedió metros al Palma. Así, logró jugar con sus cartas y arrinconar en las réplicas a la defensa mallorquina. En una de estas, el empuje fue tal que Eloy Rojas acabó por meterse en propia puerta por la escasez de metros. La desesperación de El Pozo comenzó a hacerse notar cuando el tiempo apretaba y Sarmiento seguía parando. Y hasta que no se agrandó por completo no paró.
A cincuenta y cinco segundos del final, el árbitro decidió pitar la quinta falta que ponía en entredicho la prórroga del partido. Sarmiento alentó a la afición que estaba susurrándole la nuca colocada por el destino en el mismo fondo. Una parada que anuló la ventaja del doblepenalti disparó el éxtasis. El Palma rompía la maldición con veinticinco detenciones. No hay grande que le valga al milagro de Nico Sarmiento.