Ser una estrella y jugar en el París Saint Germain supone combinar glamour con mediocridad. Es puro espectáculo enfundarse la camiseta de un equipo multimillonario. Sin embargo, el sentido común se recobra cuando se asume que la temporada real se ciñe a los trece partidos que la Champions puede darte de máximo en un año. Y más tristeza cabe en la conciencia futbolística si solo logras disputar poco más de la mitad. Una vez caes, las piernas valoradas en cientos de millones quedan para enfrentarse a equipos de un talante radicalmente menor.
El cielo de París no se podía tocar cuando la sinfonía de la Champions volvió dos semanas después. Las bengalas, encendidas como si fueran un jugador más que peleara en verde del Parc des Princes, protagonizaron un inicio disputado. El Madrid trató de apaciguar la electricidad y presencia de un París necesitado de un gol tempranero. La ausencia de Neymar estaba presente pero la dosis de energía motivacional que exige una remontada estaba intacta. Así, la figura de Di María adoptaría cualidades ligadas a la omnipresencia pero no a las de la efectividad. El ex jugador del Real Madrid, que ya se exhibió en los fallidos octavos de la pasada edición, tenía una segunda oportunidad hoy para demostrar –de nuevo- su desparpajo.
La defensa. Ahí estuvo el primer acto. El Madrid no tuvo temor ante la verticalidad parisina gracias a la solidez que apareció. Y fue una aparición porque, durante todo el transcurso de la temporada, la zaga madridista se ha ahogado entre la confusión y la improductividad. Carvajal volvió para exhibirse, Ramos no se convirtió en el Rambo descontrolado al que acostumbra a la vez que Varane no perdió nunca el hilo del argumento. Solo Marcelo conoció el desconcierto debido al amor de Mbappé por el desborde.
Areola fue el mejor del París Saint Germain en la primera escena gracias a la exigencia del Madrid. Benzema no abandonó la rutina de la errata en un encuentro solitario con el cancerbero local. La mejor ocasión blanca fue similar a la del París: un 1 vs 1 de Mbappé, que pecó de egoísmo, se fue gracias a la intervención de Navas. También acaparó protagonismo la dureza. Verrati, en su habitual reparto de entradas, no se libró de su amarilla que finalmente se enrojecería por exceso de palabrería. No escapó tampoco de la amonestación Kovacic, que mostró la firmeza que le ha faltado en las últimas oportunidades otorgadas. Mateo fue la novedad junto con Lucas y Asensio, que protagonizarían más tarde el desenlace.
La ausencia de personalidad del París Saint Germain decantó la balanza hacia el platillo del Madrid. Sin creación, huérfano de ideas y de un estilo determinado, Emery ha demostrado que soltar las estrellas en un campo de fútbol no sirve para ganar una Champions. Quizás que una Ligue 1 sí pueda conseguirse sin complicaciones, pero Europa requiere más trabajo que millones. Por consiguiente, Cristiano se encargó de confirmar la sentencia al cumplir su cita con el gol.
Ronaldo es la Champions. Su carrera ha quedado para dejarse el sudor en trece partidos de la temporada. Deleitar en territorio nacional se ha quedado corto en el último pero extenso capítulo de su carrera. Su testa alargó hoy una racha que comprende nueve jornadas seguidas marcando en Champions. Se marchó de París agradecido a Lucas, que centró con precisión de relojero tras recibir un balón de Asensio después de conducir un contragolpe él solo.
Cavani empató para encender una minúscula luz de esperanza que se deshizo en cuestión de minutos. La expulsión de Verratti se notó: Emery no supo reorganizar a los diez restantes facilitando las ofensivas del Madrid. Y en un desvarío de la defensa francesa, Casemiro se infiltró en la última línea y disparó con más fuerza que maña. Poco pudo hacer Areola que no encontró fuerzas para recuperarse de una primera estirada.
Los cuartos esperan al Madrid. Hasta mayo, la Champions es el único camino posible para alcanzar una gloria que hace semanas estaba difuminada pero que ahora empieza a clarearse en el horizonte. Cuando el PSG claudicó y fue consciente de que el sueño de la Champions se esfumaba de nuevo, la magia de la antítesis afloró en el contexto. Porque el Madrid sigue haciendo historia con el sufrimiento, mientras que los petrodólares solo sirven para soñar con levantar el máximo título europeo. Solo para soñar.
