Ser del Real Madrid implica defender una camiseta. En los últimos meses, frente a los resultados adversos, se ha apelado a la frase de Santiago Bernabéu para contrarrestar los continuos fracasos ligueros y coperos. ”La camiseta del Real Madrid es blanca. Se puede manchar de barro, sudor y hasta sangre, pero jamás de vergüenza”. Parece que una ligera mancha ha ruborizado la tela blanca que porta un parche de doce Copas de Europa debido a la habitual pérdida de puntos en Liga. El madridismo anda ahora confundido, sin saber por qué Europa es un camino de rosas mientras que en España todas las espinas se quedan.
Salió el Madrid con prisas, como quien quiere hacer los deberes a última hora. Cornellá ha sido desde su reciente estreno un campo plácido y apto para exhibiciones que ayudan a transitar momentos enrevesados. Sin embargo, el partido se encaró en un principio con más ansia que tranquilidad. Por consiguiente, su presencia inicial en campo perico fue absoluta. Un dominio motivado por la extensa apuesta de Zidane en la medular. La escuadra visitante depositó toda la calidad en un centro del campo huérfano de los Kroos, Modric o Casemiro pero que todavía no presentaba hueco para Ceballos. El ex jugador del Betis no perdió la costumbre de empezar los partidos desde el banquillo, seguramente con el Mundial de Rusia atizando en su conciencia que todavía contiene una pizca de arrepentimiento. Achraf y Llorente sí disfrutaron de una dosis de encarecidos minutos en esta tercera temporada al mando de Zidane.
El Espanyol empezó el primer asalto oxidado para ir engrasando progresivamente sus cadenas con el despertar del partido. El acoso madridista –motivado por la línea de cinco sembrada por Zidane más la soledad de Bale en el eje ofensivo- cesó de manera repentina. Antes, Bale apareció al poner a prueba a un imperial Diego López en la única clara del Madrid. Tirando de espontaneidad, Gerard Moreno reanimó a un equipo que salió sin conciencia de la situación. Tal fue la reacción que el líder perico consiguió un gol que, entre dudas, fue anulado por el juez de línea.
La primera parte no pasaría a la posteridad por el leve retorno de la electricidad a las botas de Isco. Tampoco por la expectación que Asensio generaba con cualquier movimiento. Los pies del mallorquín acariciaban el esférico con tal sutileza que estimulaban a su antojo el principio de sospecha que mueve al fútbol: cada vez que obtenía el protagonismo, un movimiento bello se producía sobre el césped de Cornellá. Lo más preocupante fue el (nuevo) desplome del Madrid, que fue de más a menos en cuestión de escasos minutos. Una bajada acusada por la ausencia de movilidad en el ataque y la multitud de errores incomprensibles bajo la autoría de Varane.
Los aires del Espanyol siguieron intactos con el cambio de campo. Las sensaciones que transmitían giraban en torno a un gol que no tardaría en llegar por la dejadez del Madrid. Gracias a la probable implicación de Sánchez Flores tras el túnel de vestuarios, su equipo salió como un vendaval y Piatti casi materializó el destape del Espanyol a los tres minutos de la reanudación; la madera impidió un gol más en contra del conjunto blanco en esta liga. La competitividad de los blanquiazules contrastó con un Madrid pausado, sin ideas, y pensando más en la Champions que en resolver un partido intrascendente para el devenir liguero.
Zidane quiso quitar a Isco, que se apagó, y meter a Benzema en una probable búsqueda de inflación de su enano casillero de goles. Por consiguiente, su salida no se tradujo en un trabajo productivo. El protagonismo no recaló en las armas de ataque, sino en la zaga. El resurgir de Sergio García, taciturno durante el juego, se sumó a la hiperactividad de Baptistao. Ambos exigieron a Navas a activarse hasta tal punto que en el marcador global el Espanyol quedaba como merecedor de la gloria. Y así fue.
Gerard Moreno se vistió de héroe y en el minuto de Ramos, que pasó por Cornellá sin dejar prueba de su presencia, atizó y condenó al Madrid a una nueva derrota. El Madrid pecó de insolvencia goleadora y regaló –otra vez- el partido. La liga ya no es un trámite para el Real Madrid. Ahora, Zidane la utiliza para dar minutos a aquellos que no los ha disfrutado durante la etapa decisiva de la temporada, que a veces, también se juega durante los primeros meses de competición.
Los catalanes se suman a la extensa lista de clubes que han sacado petróleo del Real Madrid más generoso de los últimos años. Gerard y su perseverancia han llevado al Espanyol a sacar una victoria merecida y que le saca del naufragio de los empates que habían acostumbrado a su afición. El que la sigue, la consigue.
