Ya es habitual que el Valencia mantenga a sus aficionados sin respiración hasta el último minuto en los mercados de fichajes. Con Fabián Orellana no fue diferente. Sobre la bocina, pero el chileno ya es jugador blanquinegro (cedido con opción de compra hasta final de temporada). Llega a Mestalla enchufado, con la mente despejada y resuelto a desquitarse de la losa que puso sobre él Toto Berizzo al apartarle del grupo en Vigo. Con esa ambición como bandera es una apuesta de rendimiento inmediato, que conferirá un indiscutible aporte cualitativo a la línea de creación valencianista. Además, en su incorporación al grupo, contará con el respaldo de un viejo conocido: Santi Mina, su ‘protegido’ en el Celta, que hoy le recibe reconvertido en uno de los principales valores del Valencia.
Con 17 años recién cumplidos Mina comenzó a ser habitual en los entrenamientos del primer equipo del Celta. Desde el primer día, Orellana le ‘apadrinó’ y le guió para que su precoz irrupción en el fútbol de élite no se quedara en un fogonazo. Le integró en el vestuario y le bautizó como ‘el pichón’, un apodo que responde precisamente a la juventud con la que Mina empezó a despuntar como profesional.
La relación de cicerone y mentor que unió a Orellana con Mina se consagró sobre el césped. Con el chileno en la mediapunta y el gallego por la derecha, Balaídos descubrió una sociedad perfecta y letal de cara a gol. Una sociedad que se doctoró aquella noche de abril del 2015 cuando Mina se destapó al mundo como goleador, anotando cuatro tantos al Rayo Vallecano. El último de ese póker de goles llegó precedido, precisamente, por un pase de Orellana.
Ese mismo verano, el Valencia fichó al que apuntaba como “nueva promesa de la Liga”. Mina aterrizó en la capital del Turia para hacer su particular mili y hoy, año y medio después, el Valencia vuelve a reunirle con Orellana, a quien definió como “un grandísimo jugador que vendrá con todas las ganas del mundo”. Sin embargo, las realidades de ambos son bien distintas a las de entonces y sus potenciales se han multiplicado.
Mina atraviesa su mejor momento en lo que va de temporada, con tres goles en tres partidos consecutivos, después de permanecer olvidado por Prandelli, que lo marginó al banquillo durante su periodo como entrenador blanquinegro. A su marcha, el gallego ha resurgido y personifica el crecimiento al que debe aspirar el Valencia. Conjuga las ganas, la lucha y la ambición que exige Mestalla. Es un futbolista que nunca baja los brazos y eso es lo que precisa un equipo que camina peligrosamente sobre la línea del descenso.
En ese contexto, en el que Mina enfrenta la inestabilidad que sobrevuela el Valencia con su mentalidad ganadora, recibirá a Orellana y esta vez será él quien le guíe. Su intención será integrar al nuevo fichaje para sacar cuanto antes su mejor y más talentosa versión. Y es que, aunque Orellana llega tras un fuerte enfrentamiento con Berizzo y una ácida despedida del Celta por su fuerte temperamento, a sus 31 años se encuentra en un momento de madurez futbolística y de gran continuidad en su rendimiento.