Soria árida y fría. Como decía el poema machadiano, el Madrid se ha encontrado las mismas sensaciones en su visita a Los Pajaritos. Un tres a cero a favor no ha dejado indiferente a la exigencia habitual madridista, que ha visto como la fluidez no ha vuelto todavía a su estilo.
La Copa del Rey, un trofeo que desde el Bernabéu no se acoge con tanto agrado por su menor tamaño de oreja, ha servido en esta ocasión para recuperar sensaciones individuales. Nada más, pues el punto de penalti fue el único desatascador madridista en la cita copera. Dos de los tres tantos (Bale e Isco) llegaron desde los once metros, cuando lo más normal en partidos con tanta diferencia de categoría es que se marquen por facilidad colectiva.
La valentía no llegó ni al entremés. Los locales saltaron al terreno de juego con cierta predisposición a dar la campanada desde bien temprano; el Madrid, por lógica, acabó siendo el que manejaba los hilos del partido. El partido, por sus protagonistas y consecuentes comparaciones, acabó transformándose en una mesa de debate con vistas a lo que deparará al Madrid en un futuro.
Bale marcó el primero y Mayoral cerró la cuenta para acabar la eliminatoria. Las redes y el alarmismo no faltaron a su cita con la crítica: los dos jugadores que han convivido entre el banquillo y las lesiones ya llevan los mismos goles que Karim Benzema. Y con ochocientos minutos menos, en el caso del parleño. El madridismo pide movimientos en este período de fichajes, consciente de que Bale puede caer de nuevo en el socavón de las lesiones y de la inexistente confianza de Zidane en Borja Mayoral.
La eliminatoria, aparentemente resuelta, expirará en el Santiago Bernabéu de la misma forma que hizo ante el Fuenlabrada . Un once juvenil que tratará de no entrometer el escudo en una sorpresa copera como ya hizo hace poco menos de una década. Antes, Balaídos traerá otros noventa minutos de intercambio de ideas en el estreno liguero del Real Madrid en este 2018.
