Un Chelsea – Barça es una rivalidad que se fraguó en los años de Rijkaard y Mourinho, allá por 2005, y que tuvo su continuación en los años posteriores. Fue entonces cuando el Chelsea empezó a hacerse un nombre entre los grandes equipos europeos y cuando el Barcelona, de la mano de un Ronaldinho estelar, acabó saliendo de las penurias para afianzarse en la élite como un grande de verdad.
El golazo de Ronaldinho en el Bridge en 2005 será recordado para siempre como uno de los mejores goles que se han podido ver en la máxima competición de clubes del mundo. Fue precisamente en esa eliminatoria, duelo que acabó perdiendo el Barça, cuando empezó a forjarse el camino hacia la segunda Champions de la historia culé, simplemente un año después de caer ante el equipo que entonces dirigía José Mourinho.
Un Chelsea – Barça es lucha, pasión, entrega. Es un duelo que siempre ha generado rencillas entre jugadores de un bando y otro. El Chelsea es el rival al que Messi no ha marcado aún, pese a que el argentino ha jugado ya ocho encuentros ante los londinenses desde su primer partido (2005-2006, en Stamford Bridge).
Este duelo es más que un partido. Por el Iniestazo, por la alocada celebración de Mourinho en el Camp Nou en un Halloween de 2006, por los goles imposibles de Lampard, por el barrizal del Bridge para impedir el juego preciosista de los de Rijkaard, por los penaltis no pitados a favor y en contra de ambos equipos, por las expulsiones, por los goles de Etoo, Ronaldinho o Drogba, por las subidas de tono en rueda de prensa…
Por todo lo anterior, y por mucho más, el duelo entre Chelsea y Barça merece un punto y aparte en estos octavos de Liga de Campeones. En febrero, un capítulo más entre dos equipos que forjaron una rivalidad hace 14 temporadas y que aún perdura.