La Selección Española tiene hambre y le mete ocho al Liechtenstein

Lopetegui no dio respiro al equipo, que encaró el partido con mucho de lo mejor que tiene la selección. Todo salió a pedir de boca ante un rival que estuvo muy flojo.
Laura Estévez Ugarte
España
05.09.2017
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Julen Lopetegui no debe ser amigo de las sorpresas. Habrá que preguntárselo algún día. En un partido como el de esta noche en Vaduz, el seleccionador recurrió a lo mejor de la tropa de la que dispone con algún añadido por prudencia o para probar: Monreal, Thiago y Pedro titulares, con otros ocho de la gran jornada frente a Italia, por Carvajal, Alba y Koke. Pocas alegrías para desesperación de los del Principado que, “qui lo sa”, a lo mejor, pensaban en una segunda selección de España para asegurar cierta esperanza. Ya sabemos que la esperanza es lo último que se pierde. Puede que incluso en Liechtenstein. Aunque pronto se demostrara que todos los que tenía enfrente eran demasiado para ellos. Empezando por los que sentaron cátedra (Iniesta y Silva, especialmente, hoy, el primero) y los que martillearon con su remate (especialmente, esta noche, Morata y Aspas).

Pero, como todo en esta vida, las esperanzas de las que hay que hablar tienen que estar fundadas en algo. En algo sólido. En algo tangible. En algo firme. Y Liechtenstein, por el momento, solo puede albergarlas desde la más absoluta utopía: 37 habitantes no dan como para que florezca su fútbol. Los números de la fase de clasificación hasta toparse con España, tampoco: siete partidos jugados, siete partidos perdidos, un gol a favor y 26 en contra. Así que…

Así que lo que hizo Liechtenstein fue tratar de cerrarse a cal y canto desde el primer segundo de juego. En vano. A los dos minutos de partido, falta a Pedro. Barrera corta frente a Silva, que la ejecuta a placer: balón largo, alto, en parábola. Demasiada tela para los locales. La conclusión, inmediata. Un centro de esos que le pirran a Sergio Ramos, defensa- depredador donde los haya. Remate picado de cabeza hacia abajo. Uno-cero. Dos minutos y pocos segundos.

Cualquier duda sobre lo que podía pasar, desbaratada de antemano por la estadística, la historia, es decir, por la lógica. El duelo no podía tener otro sentido que el que tenía ante la abismal diferencia existente. Impensable otra solución, Iniesta, Thiago y Silva se encargaron de conducir a España que no encontró más obstáculo que el número. El partido fue, por tanto, lo que fue, lo que cabía esperar. Mucho toque, once locales de medio campo hacia atrás y a esperar. Los minutos fueron pasando sin más novedad que esa.

Pero como no hay quien resista tal defensa, en solo otro par de minutos la selección puso el 0-3 en el marcador. Nada que ver su aguante con Numancia. A los 12, una trenzada jugada de ataque por la derecha de España la culminó Morata de cabeza, sellando un soberbio centro de Iniesta, que apareció sorprendentemente por allí. El balón debió viajar encantado, tras el primoroso toque al que Álvaro puso la guinda. Absortos todos, público incluido, mayoritariamente español, por cierto, ante el toque de Andrés, los jugadores locales cometieron una torpeza inmediata: balón perdido que queda a pies de Isco, que marca casi a puerta vacía. El nombre del malagueño fue cantado por el personal. Está de moda y se lo merece.

A los 24 minutos y 40 segundos, Liechtenstein llegó hasta tres metros fuera del área grande española. Tal y como lo vieron los aficionados locales, y es de comprender, una hazaña. Monreal llegó velocísimo al corte. La historia del partido siguió como tenía que continuar porque no había ninguna otra alternativa. Las palmas acompañaron a los 26’ una parada del Jehle. Cuatro minutos después, una carrera de Malin. No hay nada censurable en ello. Tan acostumbrados a ser goleados como no podía ser otra manera (34 tantos en contra ante España en siete partidos y 33’ minutos por entonces) había que celebrar lo que fuera. No seré yo quien lo ponga en tela de juicio. El clamor se acentuó a los 32’ cuando De Gea blocó un balón.

La escasa exigencia permitió rizar el rizo. Thiago, Isco y Morata no acabaron de culminar, porque no llegó por poco el ariete, una deliciosa pirueta a los 33’ largos. Todo el proceso seguía el patrón previsto. Y entonces apareció Silva. De las enormes cualidades del gran canario no puede dudarse. De su importancia, para mí trascendental, en el equipo, tampoco. Tampoco hay quien cuestione su generosidad, largamente probada. Si hay alguien solidario con los demás es Silva. Tanto que, a veces, bastantes veces, por qué no decirlo, uno ha sentido que esa generosidad le ha privado de llevar más goles en su haber. David prefiere ponérselos en bandeja a otros. Esta noche no lo hizo una vez y en ese momento volvió a quedar demostrada su enorme calidad técnica. Falta como en la del primer gol de España solo que ahora, remate directo a puerta del gran canario. Un golazo: 0-4 a los 39’.

No hubo, pues, incomodidad alguna en el duelo que no fue tal, sin que esto desmerezca ni la victoria de España ni la voluntad encomiable de su muy endeble adversario. A los 50’, Iago Aspas aprovechó un cabezazo de Morata al travesaño para hacer el quinto y a los 53’, Morata ratificó su buena onda en el área para marcar el sexto. La voracidad del ariete halló en la extrema debilidad de los del Principado una vía permanente para gozo de la afición española. Sus remates de cabeza, uno más acabado en gol, aunque anulado por fuera de juego, y otro par salvados por el guardameta Jehle causaron sensación. Jehle, por cierto, nada pudo hacer ante un zurdazo cercano de Aspas a los 62’, el gol del 0-7. De un enésimo pase prodigioso de Iniesta surgió el empalme de Deulofeu que tocó en un defensa a los 88’ para el 0-8.

España cierra una magnífica semana con todo el aspecto de haber metido al equipo en la Copa Mundial Rusia 2018 por la senda directa. Una recuperada Albania y, después, Israel echarán el telón a una fase en la que la selección se ha mostrado inasequible a cualquiera de sus adversarios, pero, también, a los grandes que se encontró en compromisos no oficiales. Es la vuelta, o lo parece, de un equipo grande, probablemente muy grande, ya veremos.

Y una vez allí, lo que parece muy al alcance de la mano, ya veremos lo que ocurre, porque esta España pinta muy bien, pero que muy bien. Aunque claro, todo en Rusia será muy diferente a lo ocurrido esta noche en Vaduz, capital de un Principado en el que el fútbol es una anécdota. Solo eso.

Thalia cantaría, sin duda, aquello de “Arrasando…”.

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