El día 27 de mayo es una fecha histórica en el mes europeo para el Sevilla FC. Su amor y su idilio por Europa se volvió cada vez más fuerte con una nueva ciudad en el horizonte nervionense: Varsovia. En ella, el conjunto entrenado por Unai Emery, logró la cuarta UEFA Europa League (segunda consecutiva) tras vencer en la final por 2-3 ante un Dnipro Dnipropetrovsk, un cuadro ucraniano que le puso las cosas difíciles a los andaluces.
El camino comenzó en la fase de grupos, dentro del grupo G. Con rivales como Feyenoord, Rijeka o Standard de Lieja, el Sevilla FC accedió a dieciseisavos de final siendo segundo de grupo con 11 puntos. En la ronda final, Borussia Monchegaldbach en dieciseisavos de final, Villareal en octavos de final, Zenit de San Petersburgo en cuartos y la Fiorentina en semifinales fueron los verdugos de un Sevilla que enamoraba con sus goles, cautivaba a todo su público y, por ende, realizaba de nuevo un fútbol efectivo, vistoso y directo, con hombres como Krychowiak, Sergio Rico, Vitolo, Bacca, Reyes o Banega.
En la final, los ucranianos querían saborear la miel del éxito, y Kalinic adelantó a los suyos con un cabezazo para abrir el marcador a los siete minutos. Acto seguido, el sevillismo vibró con un empate obra de Krychowiak, que conectó un balón que recibió de Bacca. La figura de Reyes apareció para asistir al colombiano Bacca, que hizo la remontada con el 1-2. Pero Rotan volvió a complicar el trofeo a los hispalenses, con una falta desde los 20 metros de Rotan para el 2-2.
Los minutos pasaban, y nadie sentenciaba con vistas a llevarse el título. Pero esa agonía duró hasta el minuto 70, cuando un magistral pase de Vitolo acabó en las botas de Bacca, que hizo el 2-3 final y logró un título más para las vitrinas de todo el sevillismo. Varsovia es Sevilla, Sevilla es Varsovia, y el amor a esta competición fue aumentando más para todo el club, implicado cada vez en que esa ilusión de ganar se convierta en un sueño hecho realidad.