Sólo el paso del tiempo y la participación la próxima temporada en el torneo podrá curar la herida que hoy tiene todo el sevillismo. El Sevilla ofreció un dominio aplastante ante el Leicester en el partido de ida en el Sánchez-Pizjuán pero esa superioridad no la manifestó en el marcador. El equipo se confió y permitió que los ingleses marcaran un gol, dejando vivo a un equipo que estaba muerto. Ese exceso de confianza lo ha pagado caro, muy caro, hoy el Sevilla que ha caído derrotado por 2-0 y ha visto cómo el sueño de meterse en los cuartos de final de la Champions League se ha vuelto a esfumar. Como ocurrió ante el Fenerbahçe y el CSKA Moscú.
El Sevilla venía mostrando en los últimos partidos una imagen que poco o nada tenía que ver con la que le había caracterizado hasta entonces. De ser un equipo con las ideas claras, con un juego ofensivo, de toque y sometiendo al rival, a deambular por el campo, perdiendo constantemente el balón, sin generar apenas ocasiones de peligro y siendo sometido. Parecía que el bajón físico y en el juego tenía que ver más con la mente y que el Sevilla jugaba los partidos pensando en el Leicester. Pero hoy se ha demostrado que no era así.
El Leicester ya no era el mismo que aquel equipo sin alma que dirigía Claudio Ranieri. Desde la llegada de Craig Shakespeare al banquillo, han encadenado dos victorias seguidas, ante el Liverpool y el Hull City, y han recuperado las sensaciones de aquel equipo que ganó la Premier el año pasado. El cuadro hispalense arrancó bien el partido, con una ocasión de gol en las botas de Nasri, pero su potente disparo lo despejó a córner Schmeichel. Pero esa sería la única llegada importante del Sevilla en la primera parte. Los Foxes empezaron poco a poco a dominar, es verdad que sin excesivo peligro y sin intimidar demasiado a Sergio Rico, pero llevando el desarrollo del partido a lo que quería.
El Sevilla intentaba imponer un ritmo de juego más lento y mantener el balón pero resultada imposible ante el ímpetu de los ingleses. El principal peligro inglés se llamaba Vardy. El delantero amargó la noche a los tres centrales que dispuso Sampaoli. Precisamente fue él quien forzó una falta en la esquina del área, de la que nacería el primer gol inglés. Mahrez al puso en el área y Morgan, casi sin querer, golpeó el balón con su pierna derecha y batió a Sergio Rico. Se encendían las alarmas en el Sevilla que, ahora, pasaba a estar eliminado. La reacción sevillista fue buena. El gol recibido espabiló a los jugadores que encadenaron varias llegadas al área inglesa, pero la falta de acierto volvió a ser un problema esta noche. El Leicester estaba muy cómodo en el campo y podía hacer mejor lo que sabe, sorprender al contragolpe.
Segundo gol del Leicester
En el descanso, Sampaoli reordenó al equipo. Realizó dos cambios, sacó a un desacertado Sarabia y a Mercado y metió a Jovetic y Mariano. La consigna era clara: buscar la portería de Schmeichel y marcar. Y a punto estuvo de conseguirlo Escudero, con un impresionante misil desde 25 metros que se estrelló en la cruceta de la portería inglesa. Parecía que el Sevilla había salido con las ideas renovadas en la segunda parte, pero fue un espejismo. A los 7 puntos, una contra letal inglesa puso la eliminatoria aún más cuesta arriba para los andaluces. Albrighton aprovechó un rechace en la frontal y estableció el 2-0.
El guion del partido cambiaba. El Sevilla necesitaba un gol para forzar la prórroga y dos para seguir adelante en el torneo. Sin embargo, el equipo nervionense volvió a estar atascado en ataque, con muchas dificultades para hilvanar jugadas y llegar a la meta rival. Jovetic apenas participó en el juego, Mariano lo intento por la banda derecha, asociándose con Vitolo, y Nasri quiso ser el catalizador del equipo por el medio pero una y otra vez se chocaban con el muro del Leicester. La imagen de los hombres de Sampaoli se parecía a la de las últimas fechas.
Expulsión de Nasri y nuevo penalti errado
Y por si fuera poco, para complicar aún más el partido, llegó la jugada absurda de la desgraciada noche sevillista. Nasri, que había visto la amarilla en el primer tiempo, por una falta innecesaria, entró en el juego de Vardy que, haciendo gala al mote del Leicester, los Zorros, cayó en su provocación. El delantero inglés fingió recibir un cabezazo y el francés recibió la segunda amarilla y la consiguiente expulsión. El partido se le ponía imposible al Sevilla, que ahora debía afrontarlo con un jugador menos. Y, a pesar dela inferioridad numérica, el conjunto hispalense siguió intentándolo, aunque sus jugadas no inquietaban demasiado a los ingleses. Hasta que una internada de Vitolo en el área acabó con el canario derribado por Schmeichel y el árbitro italiano señaló la pena máxima. Se abría así una ventana de esperanza para los sevillistas pero el destino quiso ser cruel esta noche. Los lanzamientos desde los once metros se han convertido en una auténtica pesadilla para el Sevilla. N’Zonzi se encargó esta vez de lanzarlo pero su disparo, flojo y a la derecha, lo atajó sin problemas el héroe de la eliminatoria, Schmeichel, hijo del gran portero de los años noventa.
El gol de penalti habría metido al Sevilla en la eliminatoria, forzando como mínimo la prórroga, pero no era ni el día ni el lugar. El equipo siguió intentándolo pero en vano y acabó pagando caro la relajación en el partido de ida. Dos penaltis fallados, un gol regalado al rival… son demasiadas concesiones que no se pueden permitir en la Champions League. De los errores se aprende, dice el refrán. Ahora el Sevilla deberá usar de lección lo acontecido en los 180 minutos ante el Leicester, de cara a la próxima temporada en la que, salvo sorpresa, los andaluces volverán a pisar la alfombra roja de la competición más importante del mundo.