Dicen que las comparaciones son odiosas, pero ante algunas es complicado contenerse. En su despedida, Alonso puso como ejemplo las retiradas de Schumacher o Button para destacar la dimensión de su “hasta luego”… y no es para menos. Si lo comparamos con la salida del ‘kaiser’ de la Fórmula 1 en 2006 solo nos vienen a la cabeza los festejos agridulces de Ferrari en Brasil, donde perdieron matemáticamente el título que llevaban envolviendo en papel de regalo rojo desde Monza, cuando el más grande anunció su retirada. Desde la FIA, al margen de la atención mediática sobradamente lógica que desplegaron para tal acontecimiento, recordamos también el breve espacio emotivo que copó su adiós en el vídeo oficial de la temporada. Pecata minuta, al lado del espectáculo histórico que se vivió en Abu Dabi.
Sorpresas en forma de vídeos emotivos, una sala de briefing tuneada para la ocasión, homenajes desde todos los puntos, reuniones festivas antes y después de la carrera, el reconocimiento anecdótico como “piloto del día”, pero sobre todo una imagen que vale más que lo anterior. Dos campeones y máximos rivales escoltándole hasta la meta para poner fin a una trayectoria deportiva con un espectacular baile a tres. El de los tres tenores, que ahora pierden a su Luciano Pavarotti particular. En definitiva, una despedida inigualable, que no admite comparación en la historia. Y buena culpa de ello tiene Fernando Alonso. En todos los sentidos. Solo un carisma diferente, imposible de imitar y una personalidad capaz de evocar grandeza en sus triunfos y humor en sus derrotas podía ser despedido con tales honores. Pero también solo un piloto que genera compasión general, hasta en sus propios rivales, porque la suerte le fue esquiva en varios momentos de su trayectoria y su talento desaprovechado a base de monoplazas mediocres ha aliviado tanto a aquellos que vieron inalcanzable un nivel que la Fórmula 1 tardará mucho en volver a presenciar de cerca.
Sensaciones muy diferentes a las que desprende aquel que lo ha ganado todo y que transita solitario en su grandeza hasta el fin de sus días. A ‘Schumi’ le jugó una mala pasada la enemistad granjeada con muchas caras en una Fórmula 1 cansada de una tiranía que no veía ocaso. Pero también han influido otros factores para que la balanza muestre tal desnivel. Los aires renovadores que ha traido Liberty buscan un mayor cuidado de los detalles que distan del ‘gran circo’ anquilosado de Ecclestone, cuyos gestos siempre se hacían más de rogar aunque las circunstancias fuesen poderosamente proclives a ellos. Pero también ha cambiado el hábitat natural, donde los pilotos puros y salvajes están ahora en peligro de extinción y, desde luego, este no era el momento para perder a un ejemplar como Fernando. Honrado hasta sus últimos metros, se va con honores, y la Fórmula 1 busca ya entre sus nuevos rostros al próximo héroe de la máxima competición.