El efecto Solari ha llegado a su fin, y con creces. La nueva derrota hace recordar a un pasado muy reciente y que llevó al límite de la vergüenza al madridismo.
Al igual que en el Camp Nou, el Real Madrid fue masacrado de la misma manera, sin capacidad de respuesta alguna y mostrando una sensación de impotencia por parte de todo el equipo.
Los jugadores muestran una actitud de pasotismo, ni un gesto ni un grito que pudiera levantar el ánimo del plantel blanco. Llegó el segundo gol. Llegó el tercer gol. Y sólo brazos caídos y miradas hacia el verde, como no queriendo ver la cara de ninguno de sus compañeros. Sabían que estaban volviendo a fallar, haciendo historia a un Eibar que por fin sabe lo que es ganar al Real Madrid. Los jugadores del Eibar parecían galgos mientras que los de Solari eran simples maniquíes decaídos.
Solari tiene una nueva prueba la semana que viene para demostrar que los que están, como dice Ramos, son los que tienen que sacar esto adelante, algo que desde el club ya empiezan a dudar. El mercado de invierno se muestra como más que necesario para cambiar una situación en la que ya las derrotas ni les afectan al madridismo. Ni Asensio ni nadie tira del carro. El carro está roto.