Son las cuatro de la tarde de hoy, jueves 9 de marzo, cuando paseando por el centro de Ciudad Real descubro que en la capital manchega se respira ambiente de fútbol sala.
El martes me cruce con jugadores de la Plantilla del Barça cuando salía de trabajar a última hora de la tarde, y a lo largo de estos días me he ido encontrando con otros jugadores.
Pero hoy es distinto, los protagonistas hoy no son sólo los jugadores, que también, sino las aficiones. Las que llenan de color la ciudad, las que colapsan bares, restaurantes y hoteles, las que llorarán, sufrirán, gritarán, celebrarán o lamentarán las victorias o derrotas de sus equipos.
Mientras voy camino al trabajo me encuentro a un matrimonio con su hijo en carro, escoltados los tres por una bufanda que los identifica como murcianos; un grupo de jóvenes navarros atreviéndose tímidamente con cánticos y algún aficionado con los colores blaugranas (estos quizá celebrando la remontada de ayer).
La Marea Amarilla.
Sin embargo, me detengo en un grupo de siete u ocho personas que visten de amarillo. El amarillo jienense, los colores del Jaén Paraíso Interior.
Su equipo no juega hasta mañana, pero al menos este grupo ha llegado como “avanzadilla” para recordarnos que están aquí y pretenden volver a dar la sorpresa. Al verlos, mis recuerdos se remontan dos años atrás, aquella Copa que también tuvo lugar en la capital manchega en la que tocaron el cielo.
Estos días ha sido uno de los temas más comentados en Ciudad Real, aquel equipo que en cuartos eliminó al Pozo y en la final doblegó al FC Barcelona ¡Casi nada! Pero sobre todo aquella afición. Aquella marea amarilla que conquistó la ciudad y el corazón de todos los que fuimos testigos.
Recuerdo a camareros con los ojos rojos el domingo, cantando con ellos, rogando al cielo que la copa terminara ya, que necesitaban descansar; recuerdo que era imposible poner un pie en la calle sin cruzarte con uno de ellos; recuerdo como todo un pabellón, jienenses y no, animaban a aquel equipo, como si de David contra Goliat se tratara.
Recuerdo a José López, entonces y todavía capitán del equipo, llorar como un niño abrazando a su familia una vez concluida la final, después de haber luchado con dos bemoles durante el partido; recuerdo a Prieto realizando paradas memorables; también recuerdo el golazo de Solano en el primer minuto de la final.
Esto es la Copa de fútbol sala, el recuerdo del equipo amarillo, la victoria del más humilde. La alegría de una ciudad.
La Copa son cuatro días de pura emoción, dureza y sacrificio que decidirán a un solo campeón.
Inter y Pozo, principales favoritos.
Dejando a un lado los recuerdos y analizando lo que está por venir, considero que Pozo e Inter son los principales favoritos.
Por un lado, el equipo de José María García, líder en Liga, con el mago Ricardinho a la cabeza, que intentará revalidar el título obtenido el pasado año en otra Ciudad Castellano Manchega, Guadalajara.
Por otro lado, el pozo, con Miguelín, Alex o Cardinal, pero sin Duda en la pista, sancionado por aquel feo gesto con Rivillos, buscando conquistar el título ocho años después.
No piensen que me olvido del FC Barcelona pero, en una competición tan corta y de tanta tensión, las bajas de Batería, Aicardo o el Búfalo se lo ponen complicado, más aun teniendo que cruzarse en una hipotética semifinal frente al Pozo. Sin embargo, la enorme calidad de su plantilla es sinónimo de competitividad y lucharán hasta el final.
En cuanto al resto de equipos, pelearán por dar la sorpresa, por convertirse en el nuevo Jaén. Si algo quedó claro hace un par de temporadas es que con ilusión, esfuerzo, sacrificio y el apoyo de la afición, todo es posible.
En definitiva, un espectáculo precioso, lleno de tensión, nervios, colorido y magia, y del que sólo uno podrá salir campeón. El domingo lo conoceremos.
