El 30 de diciembre de 2015, Imanol Agirretxe vivió el día más negro de su carrera. Sufrió en sus carnes el mayor miedo del futbolista, una lesión de gravedad que fue complicándose con el paso del tiempo. Muchos pensaron que el 9 de la Real Sociedad ya no volvería a jugar al nivel en el que estaba cuando aquella salida de Keylor Navas en el Santiago Bernabéu se llevó por delante su tobillo. Pero Agirretxe siempre confió en regresar, en ser el de siempre y en volver a volar. Ha luchado tres años, pero su cuerpo ha dicho basta. El delantero de la Real, el que colaboró en el ascenso de 2010, el que ayudó con sus goles a regresar a la Champions League en 2013, el que estaba viviendo la mejor temporada de su vida cuando se lesionó, dice adiós al fútbol.
El último gol de Agirretxe lo convirtió el 26 de febrero de 2016, hace dos años y medio. Jugó aquel día porque no había más remedio. Las molestias que tenía entonces en el tobillo parecían solo eso y no la lesión de gravedad que le ha tenido en el dique seco tanto tiempo, y arriesgó para rescatar a su equipo. Eusebio Sacristán, entonces técnico txuri urdin, le dio un cuarto de hora para tratar de empatar el partido que el Málaga dominada por 0-1 en Anoeta y el de Usurbil no le falló. Era su decimotercer gol de la temporada en apenas 16 partidos que había disputado. Iba a gol por cada 90 minutos de juego, una media que le podría haber llevado a convertirse en el máximo goleador realista en una Liga, superando los 25 tantos que Meho Kodro hizo en la temporada 1994-1995. Vivía el mejor momento de su carrera cuando le rompieron.
Agirretxe hizo lo indecible para volver a jugar. Lo hizo, aunque no con la frecuencia con la que le hubiera gustado. En la temporada 2016-2017 no llegó a jugar, fue un año perdido, y en la 2017-2018 apenas tuvo 315 minutos repartidos en trece partidos, once de Liga y dos de Europa League. No llegó a celebrar un gol. Después de que en esa pretemporada, en el verano de 2017, pudiera saltar de nuevo a un campo de fútbol, las esperanzas de volver a verle en forma renacieron. Le vimos, de hecho, marcar un gol, en el amistoso contra el Groningen. Voló, como lo hacía cada vez que marcaba un gol, y lloró de pura emoción. Esas mismas lágrimas son las que ha contenido en el mensaje de despedida que ha dedicado a la afición de la Real con el que pone fin al carrusel de recaídas y nuevas lesiones que ha tenido desde comienzos de 2016.
El delantero realista se va habiendo disputado 270 partidos con la Real Sociedad y habiendo anotado 74 goles. Uno cada 3,6 partidos. Pero atendiendo a los minutos ese dato mejora. Jugó un total de 14.081 minutos, por lo que marcó un tanto cada 190 minutos. Cerca de un gol cada dos partidos. 56 de sus goles fueron en Primera, donde también dio 17 asistencias, 14 de sus tantos fueron en Segunda, en ese periplo de tres años que pasó el club txuri urdin en la categoría de plata. Su mejor temporada, la 2012-2013, la que llevó a la Real a la Champions, con 14 goles. Con el Sanse, filial realista, hizo 33 en 110 partidos que disputó. Nunca fue expulsado con el primer equipo de la Real, sí en una ocasión con el Sanse. Nunca lo tuvo fácil. Debutó de manera muy temprana, con 18 años, en la temporada 2004-2005, de la mano de José María Amorrortu. Su primer gol, esa misma campaña, en Anoeta y ante el Málaga. A todos los entrenadores les costó confiar en él, incluso salió cedido al Castellón en la temporada 2006-2007. Pero con trabajo, categoría y goles se fue haciendo un hueco, en Segunda y luego en Primera. Ese mismo hueco es el que las malditas lesiones le han arrebatado para siempre.