Lo recordaremos como uno de los peores días en la historia de Ferrari. El domingo 22 de julio nuestros ojos veían primero a Vettel contra las protecciones, diciendo adiós a la victoria y al liderato del mundial, y horas después conocíamos que la hospitalización en Zúrich de Sergio Marchionne, primeramente por problemas en su hombro derecho, revestía una mayor gravedad, hasta el punto de caer en un coma irreversible que iba a precipitar los acontecimientos. Se aceleraba el cambio de mandos en el grupo Fiat Chrysler, ocupando la presidencia Mike Manley, mientras que John Elkann tomaba el mando de Ferrari y Louis C.Camilleri asumía el cargo de director ejecutivo. Relevos de urgencia y ausentes de dulce transición, se verán obligados a asumir responsabilidades desde ya, en un momento delicado de la marca.
Los interrogantes a corto y medio plazo no serán pocos. Marchionne venía echándole un pulso a Liberty, presionando como otras tantas veces con una posible salida de Ferrari de la Fórmula 1 en la búsqueda de un marco favorable con 2021 en lontananza. Ahora la nueva directiva deberá tomar las riendas de la situación en el mismo punto en el que lo dejó Marchionne, al igual que otros asuntos ya de puertas para dentro. La salida de Kimi Räikkönen podría esperar al próximo año, priorizando la estabilidad en lo deportivo ante los grandes cambios en los despachos, pero lo que no queda tan claro es el vínculo con los equipos cliente. Marchionne había facilitado la unión de Alfa Romeo con Sauber y ya tenía en mente un posible acuerdo entre Maserati y el equipo Haas, que ahora queda en un mero proyecto a la espera de que conozcamos los intereses de los nuevos responsables, que en cualquier caso no revolucionarán lo que ya se venía haciendo de buena manera.
Menos de un lustro en la presidencia de rojo podría servir de excusa para evitar las valoraciones en la gestión de cualquier otro dirigente, pero no de Marchionne. Tras revivir a Fiat y recuperar su posición en el mercado mundial, le tocó un reto mayor, como era en 2014 recoger los pedazos de una escudería desmembrada y a la deriva, que cuatro años después ha crecido a nivel técnico, deportivo y político. Ferrari ahora es el mejor equipo, pero su poder se deja ver también en la buena salud deportiva de Haas y Sauber, a quien revitalizó con la vuelta a la Fórmula 1 de Alfa Romeo, en calidad de sustentador económico. Son algo más que logros. Se trata de un legado prodigioso de alguien que trabajó hasta sus últimos días para aquello que amaba; todo un agitador de ideas, como hubiera reconocido en su día “Il Commendatore”, pero ahora es momento de volver a mirar al frente, porque como el mismo Enzo Ferrari repetía, “la victoria más bella es siempre la próxima”.