Era el hombre de moda. Gustaba a todos y su carisma sobrio y temple francés resultaban convincentes y atractivos para un equipo de orden y formalidad. Terminaban por condimentar el buen guiso sus magníficos resultados con Lotus, que le granjearon la fama en el paddock como un efectivo responsable, capaz de extraer el máximo de una estructura corriente. Por todo ello, a comienzos de 2014, Eric se convertía en el jefe de equipo de McLaren. La pieza principal del puzle también iba a ejercer como reclamo para que Fernando Alonso regresara a Woking, motivo de peso para creer en una recuperación de la escudería, más aún con el incentivo de contar desde la temporada siguiente con un propulsor exclusivo, escapando así del yugo pesado de Mercedes.
Cuatro años después, con la impotencia de un resultado impostergable propiciado por una jugada equivocada de ajedrez, Boullier se va. Lo hace agotado, con esa sensación frustrada de haberlo intentado todo sin éxito. La apuesta por Honda fue el eje vertebrador de su convicción en volver a colocar a McLaren entre los mejores y, tras un vía crucis de decepciones continuadas que lapidaron progresivamente el optimismo en su discurso pacificador, la esperanza se esfumó definitivamente. Entre medias, la retirada de Button dejó hueco para un Stoffel Vandoorne con mucho nombre, que con el tiempo ha quedado en agua de borrajas, a merced de ese encoraginado bicampeón triturador de compañeros. Solo quedaba encomendarse a Renault… pero sin fe. Cambiar la exclusividad del desnortado motorista japonés por convertirte en un cliente más del ineficaz fabricante galo no era lo más motivador, de hecho ha terminado siendo revelador, porque las vergüenzas de McLaren han quedado en evidencia.
Ya sin ese rigor de las desdichas al que culpar, McLaren se ha visto en la obligación de asumir responsabilidades. Primero le tocó a Tim Goss, hombre made in Woking que fue testigo principal del bajón aerodinámico del equipo en 2013, raíz de su estado actual, y culpable de la escasa creatividad aerodinámica aplicada al coche de este año. Ahora le llega el turno a Boullier, pero este no es un simple adiós. El triunvirato formado por el francés, Jonathan Neale y Zak Brown se queda cojo y, de momento, el parche lo componen tres vendajes de diversa angostura: Simon Roberts, que pasará a controlar la producción, logística e ingeniería de McLaren; Andrea Stella, encargado de monitorizar el rendimiento del equipo en los circuitos, y Gil de Ferran, sorprendente director deportivo, que será la nueva cara visible de este barco inglés a la deriva. Sin proyecto, sin mensaje, sin futuro… y puede que también sin su mejor piloto. La desorientación les ha llevado a un punto de no retorno.