Se llama José Manuel Roas. Es sevillano, padre de familia y corre maratones. Es uno de esos ejemplos que te regala la vida y que te hacen confiar en la condición humana. Representa el amor y la entrega sin límites y nunca pierde la sonrisa pese a que la vida le asestó hace casi dos décadas un golpe que le puso en el brete de tener que elegir entre la compasión y la lucha. Eligió lo segundo.
Todo empezó con el nacimiento de Pablo, su hijo afectado por el Síndrome de West, lo que le produjo una parálisis cerebral que casi acaba con la existencia de su pequeño. Pero Pablo salió adelante y lo sigue haciendo ahora cuando ya ha alcanzado la mayoría de edad con sus 18 años.
José Manuel está casado con Maite y el matrimonio tiene otros cuatro hijos al margen de Pablo. Roas asegura que su mujer es el dique que sostiene lo que venga. El reconocimiento le llegó a esta familia cuando su padre empezó a correr maratones con Pablo. Ya han completado seis carreras, una de ellas en Nueva York.
Premio Princesa de Asturias
José Manuel es profesor de historia y en una entrevista en ABC Sevilla se mostró orgulloso de su hijo a pesar de las dificultades. Posiblemente piense, y hará bien, que las adversidades te hacen crecer y desarrollarte más plenamente. Para poner en valor más todavía la labor de este padre se encuentra activa una campaña de firmas en la plataforma change.org para que logre una nominación al Premio Princesa de Asturias dentro de la categoría de Deportes. Va camino de los 20 apoyos. Roas reconoce que el mero hecho de pensar en lograr una nominación ya es todo un sueño.
[Sumario]
En esta familia no cabe el desaliento y la tristeza no tiene espacio para anidar. José Manuel y Maite no tienen margen para la resignación ni la pena y ven en la risa de su hijo Pablo mientras completa el recorrido de cada maratón un regalo de Dios. Porque en Él encontraron refugio cuando la enfermedad entró en sus vidas.
En cada día ven una preparación de Dios y eso les ha reforzado la fe. Son ejemplo de no rendirse y con Princesa de Asturias o sin él el galardón de la vida ya lo tienen. Y Pablo también. Porque en ocasiones la enfermedad no es más que el impulso para seguir adelante con más fuerzas.