El nuevo amo del fútbol surge del liderazgo sindical para armar una revolución interna

Su figura como futbolista fue poco relevante en el terreno de juego, pero gana peso entre bambalinas. Fue el azote de la patronal en plena crisis del fútbol y se rebeló ante un amaño por perder.
Carlos A. Sánchez
España
18.05.2018
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El nuevo presidente de la Federación Española de FútbolLuis Rubiales, cumplirá en agosto 41 años. Sucederá a Ángel María Villar, que presidió el ente futbolístico nacional por primera vez en 1988, cuando tenía 38 años. Rubiales nació en Las Palmas, pewro su vida ha estado vinculado desde su niñez a Andalucía, y, concretamente en la localidad de Motril, en Granada. Precisamente, en esa localidad granadina, el padre del actual presidente del fútbol español, que al igual que su hijo se llama Luis Rubiales, fue alcalde durante 8 años con las siglas del PSOE, partido con el que también llegó a ser Delegado Provincial de Empleo nombrado por la Junta de Andalucía. En 2010, el padre del nuevo mandatario del fútbol español dejó el PSOE por discrepancias con su partido, pero continuó ligado a la vida política fundando un nuevo partido, Convergencia Andaluza. En el seno familiar, Luis Rubiales, hijo, aprendió las artes de la politica, el poder de la negociación y la alerta ante las posibles traiciones. De casta le viene al galgo. Si su padres ha sido un superviviente de la política local, el hijo ha dado este jueves de mayo una lección de superviviencia superando a la política del poder establecido. 

El nuevo presidente de la Federación Española ha estado vinculado al mundo del fútbol desde muy joven. A los 14 años debutó como "amateur" en el equipo de su ciudad, el Motril C.F.. Con 17 años se fue al Valencia y llegó a ser seleccionado para el combinado nacional sub-18. A partir de 1996 comenzó su cruz con las lesiones y el paso por los quirófanos. Pedro Guillén le operó y realizó el seguimiento médico tras pasar por sus manos. Militó en Tercera y Segunda División B en sus inicios, hasta que en 1999 se enroló en el Mallorca B con contrato profesional. Rubiales jugó siempre como defensa, pegado a la banda izquierda. Pasó por el Lleida, Xerez, el Levante, en donde estuvo la mayor parte de su carrera -5 temporadas-, el Alicante y cerró su etapa futbolística en el Hamilton escocés. En total, jugó 207 partidos como profesional. Nunca marcó un gol. Sólo fue expulsado una vez, con el Xerez

Durante su carrera futbolística no desaprovechó el tiempo. Se formó en la universidad en la Facultad de Derecho, también en Enfermería, y se especializó en la prestigiosa Universidad Camilo José Cela de Madrid como director deportivo. 

Rubiales siempre ha sido un rebelde y un líder. Nunca le ha gustado seguir la corriente. En 2008, el Celta descendió a Segunda Diviisón como consecuencia de un partido amañado en el que su equipo, el Levante, se dejó perder con el Athlétic de Bilbao, según consta en unas grabaciones. Rubiales fue uno de los tres jugadores que no se vendió y recibió la burla de alguno de sus compañeros de equipo. No habla mucho de ese episodio, del que prefiere pasar de puntillas, pero lo que recuerda es que cuando sucedió él durmió a pierna suelta esa noche, aunque sabía que la mayoría de sus compañeros se dejaron perder. Su entrenador, Abel Resino, que luego entrenó al Celta, también fue consciente del arreglo para dejarse perder.

Colgó las botas en 2010, pero no se descolgó del fútbol. Comenzó entonces a forjar su figura como líder sindical entre futbolistas. Aprovechó la ola de la crisis, que golpeó con dureza también al mundo del fútbol acuciado por las enormes deudas. La burbuja del balompié se pinchó en esa época y, a pesar de que los clubes profesionales seguían recibiendo sustanciosos ingresos de la televisión, las deudas acumuladas comenzaban a hacer grandes estragos. Algunos casos fueron dramáticos. Muchos futbolistas dejaron de percibir sus salarios. Los problemas fueron más serios entre los modestos. Rubiales enarboló la bandera de la reivindicación. Apostó por jugar fuerte. Visitó muchos vestuarios. Dio la cara por muchos ex compañeros y se enfrentó a los jefes de la patronal, sin miedo. Se ganó el respeto de los futbolistas, al punto de que es el imulsor de una huelga del fútbol que puso en jaque a la Liga, provocando el retraso del incio de la competición de Primera y Segunda División en 2011, justo un año después de llegar al cargo de presidente de la AFE. Desde la asociación de futbolistas y flanqueado por pesos pesados como Iker Casillas o Carles Puyol, no le tembló el pulso ante el poder de Villar, en la Federación, o al no menos poderoso de Javier Tebas, presidente de la patronal del fútbol. Tampoco se arrugó con algunos pesos pesados. Por ejemplo, amenazó la superviviencia del Dépor ante el ex presidente del Deportivo de A Coruña. En el verano de 2012, tuvo a Lendoiro contra las cuerdas, tensando la negociación hasta poner al límite de empujar al  descenso administrativo del club coruñés por sus deudas con la plantilla. Rubiales fortaleció su figura de mediador duro, exigente, sin dar el brazo a torcer, mostrando su carácter en las mesas de negociación. Fue implacable ante los dirigentes, fuesen estos quienes fuesen. A la vez fue conciliador ante las cámaras, convirtiéndose en un ángel blanco ante los aficionados, ejerciendo de hábil portavoz de las plantillas en apuros por toda España.

Rubiales fue la imagen del contrapoder. Es la imagen del contrapoder. Ahora tendrá que ponerse al otro lado de la trinchera y manejar el enorme poder que le confiere la presidencia del fútbol, el deporte rey. Su llegada a la presidencia es una sorpresa. Al menos, para los dirigentes clásicos. No contaban con que Rubiales también sabe manejar los hilos en la sombra, y a juzgar por el resultado, mejor que su rival. A Larrea le fallaron los entresijos. No supo ver la traición. Se fió de la palabra, cuando entre los dirigentes del fútbol es un valor escaso. Los que le saludaban con una mano y le prometían su voto, le clavaban el puñal por la espalda con la otra. Rubiales llegó a las elecciones con muchas heridas, pero también con la leccción aprendida.  

Ahora que ha alcanzado su objetivo, y que sólo tiene tiene dos años para demostrar que sus artes de seducción no duran un día, y tendrá la dificil misión de hacerse con el control de la Federación, construida a imagen y semejanza de Ángel María Villar y sus dirigentes, como Juan Luis Larrea. El nuevo presidente viene con aire de revolución. Las últimas palabras de Rubiales dirigidas a la Asamblea, tras conocerse el resultado elecctoral, fueron: "el cambio es imparable", lo que indica que se avecinan giros drásticos. Rubiales quiere dejar huella. Ha prometido transparencia, un clásico, entre los aspirantes. Asegura tener un plan para que el fútbol español sea líder a nivel internacional. No ha escapado de los estereotipos y manoseados mensajes del fútbol: Se presenta como un presidente que se dejará la piel en los despachos.

Con todo, no recibe un solar. En lo deportivo, España, como selección nacional, ha escrito las mejores páginas de su historia en los últimos 10 años, al ser Campeona del Mundo y dos veces campeona de Europa. Rubiales estrena el sillón de presidente con la selección española a punto de arrancar el Mundial de Rusia. Caprichos del fútbol.

Rubiales espera representar la imagen de la modernidad. Anunica diálogo y el propósito de enterrar el hacha de guerra con la Liga con la que ha tenido grandes enfrentamientos. Tebas apostó por la continuidad de Larrea. Por eso, en cierto modo, la victoria de Rubiales es también la historia de una doble derrota. El fútbol rancio que dirigía Villar, al que Larrea le iba a dar continuidad, y el liderazgo de Javier Tebas, poco asotumbrado a las derrotas o a que sus planes salgan mal. A los dos se le ha atragantado la victoria del nuevo y joven presidente.

Rubiales se presenta como un hombre nuevo del fútbol. Moderno, renovador, portador de aire fresco. Asegura que abrirá las ventanas y las puertas de la Federación. Abiertas, por ejemplo, para la mujer, el fútbol modesto, a los que promete mayor cuota de representación. Hay flores para el fútbol sala y para el fútbol playa, dos hermanos pequeños del fútbol. Espera meter mano a los horarios del fútbol modesto, aunque en el fútbol profesional el escenario no tiene margen ante el todopoderoso Tebas, lanzado a los brazos del mercado chino y sus ocho horas de diferencia horaria. Asegura que será el primero en fiscalizar las cuentas de la Federación, muy oscuras durante la etapa de Villar, y en donde Larrea ejercía como Tesorero, y fuente de permanente conflicto con el Consejo Superior de Deportes. Por ahí empezó todo, que diría Piqué. Sus promesas también han ido dirigidas a tocar el corazón de los árbitros, un colectivo que siempre ha estado muy enraizado en la oficialidad del órgano federativo.  

Rubiales ha ganado la difícil batalla de la seducción. Ahora, con la papeletas en la mano, tendrá que superar las trampas que se encontrará en el camino y echar carpetazo al oscuro villarismo sin caer en los viejos modos. El amaño del Levante no le cegó, pero el poder del fútbol es deslumbrante.  

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