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Tan humilde como un buzón, tan sencillo como una historia cotidiana

Aquí, el 'prota' (imagen tomada por un vecino).

¿Tienes madre?, ¿ha cumplido los 90?, ¿está confinada desde hace 9 meses?, ¿vive de una pensión?, ¿llevas tiempo sin verla? Yo, sí. Hace unas semanas me dice la amatxo que se ha encontrado el buzón estropeado y no cierra, que ha llamado a la administradora de la finca (vamos, un edificios de pisos) y le ha contado un rollo sobre la ley de Propiedad Horizontal (¿?); le pide el contacto con el presidente de la comunidad de vecinos y la respuesta sube un grado: no se pueden comunicar con él, más que por carta enviada a la administradora (.oder!!); tercera llamada: el seguro; tampoco: tiene usted que formular una denuncia por vandalismo en la Ertzaintza; llamada e información: tiene que personarse en las instalaciones más cercanas (¿eh?). Así es que, 16 días después y media docena de llamadas, el buzón sigue igual de descuajeringado. A más de 300 km de distancia solo se me ocurre hablar con la administradora, y me confirma todo lo anterior: el presidente missing; el seguro no sirve para casi nada y la empresa que cobra por administrar me envía el documento de ‘obra nueva’, en vez de los estatutos de la comunidad; y una sentencia que dice que los buzones, si bien son elementos comunes, también lo son privativos (pues claro).

De todo esto concluyo que:

El presidente, no quiere ser presidente, pero no renuncia al cargo

La entidad administradora cobra puntualmente, por mandarte a la mierda

La, supongo, abogada, te envía a ti, a mi y a mi madre nonagenaria, un mogollón de papeles para abrumarte y que se te quede cara de idiota, aunque sepas que una sentencia no crea JURISPRUDENCIA; al menos tienen que ser 2, ratificadas por el Tribunal Superior de Justicia; y, aunque sepas que la ley de Propiedad Horizontal dice con claridad: “La regla general reconoce como elemento común todo lo que se encuentra instalado en las zonas comunes, sean buzones, timbres, telefonillos, etc.”.

¿Sabes en qué acaba esto?, pues en que la viejita, a las 09:00h ha llamado a un cerrajero (Natxo), para que arregle, lo único que en más de 15 años ha pedido y notificado, a razón de más de 160 euros al mes de comunidad, que vienen a ser (según la calculadora) unos 28.800 euros, a día de ayer.

Comienzan estas líneas: Si hace 30 días me cuentan esto, no lo hubiera creído, por dos razones; porque no puede haber un solo donostiarra, al que le corra este tipo de ‘sangre’ por las venas; porque lo que me han enseñado en el pueblo en el que nací es que, lo primero, soluciona el problema y, nunca-jamás, crees otro problema. Cuando hablo con el ertzaina, me trata fenomenal; cuando llamo a Otaegui (por pasteles) es un encanto, o cuando Miren le lleva a mamá un flan o manzanas, me quedo con la sensación de serenidad, solidaridad, empatía y el comportamiento que aprendimos hace medio siglo, por lo menos. Pero este humilde buzón y la riestra de mala praxis (que hemos vivido), tan soportada como pagada, me obligan, por natura, a subrayar: colegas, no es lo mismo hacerlo bien, que hacerlo mal.

PD. Si mi lector quiere que le envíe los mail que he recibido, no para cagarse por las patas, sino para reírse una jartada en tiempos de pandemia, de verdad que te los mando.

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