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Maldito reinado

Imagen: confilegal.com.

Éste último, al que nos metieron a la fuerza y hemos aguantado con la nariz tapada más de medio siglo, ha hecho las maletas con rumbo desconocido, y ha dejado una estela de todo lo que ha sido capaz de reunir: dinero, diamantes, oro y sexo, mucho sexo, que es lo que le gusta coleccionar, delante y detrás de los focos; y deja su escuela y enseñanzas a su consorte, y a sus descendientes: tremendo legado, bien pagado por los parias sobre los que reinaba. Ahora, la que todavía es su mujer oficial, está a buen resguardo, con la vida resuelta y la pegatina en la frente de sufridora; sus hijos: uno en el trono intocable y las dos hermanas con prebendas casi infinitas, y buenos sueldos para el ocio y disfrute de los toros y el tedio (una de ellas salvada de la Justicia y un yerno en la cárcel). Es difícil reunir tanta miseria, desprecio, mentiras y fechorías en una familia, que escupe a la cara de sus súbditos su inmoralidad inviolable.

Hoy, las voces de defensores y detractores se escuchan alto y claro; las primeras siempre han tenido altavoz y son conocidas; a las segundas, las que parece que sabían casi todo desde el principio y han mantenido la boca cerrada, se han desvelado cómplices en las tramas, igual que los que han distribuido loas al rey en beneficio propio; porque, es tan culpable el que delinque como el que lo encubre; y cuando se nos dice que el ausente recibió un regalo de 100 millones de dólares de un homólogo, y cuando sabemos que nadie da nada a cambio de nada, tenemos que preguntar ¿a cambio de qué?, ¿qué vendía?; ¿a cuento de qué tantos inmuebles, propiedades, lingotes y piedras preciosas?; que nos lo expliquen los expertos, porque 100 millones no son gratitud.

Qué triste ver la hucha de las pensiones vacía, y la deuda nacional muy por encima de todo lo que tenemos y podamos tener, y saber que ni él, ni los Puyoles, ni los Chaves y Griñanes, ni los Fernández Villas, ni otros cientos de ellos, van a devolver ni un céntimo: qué triste. Nos lo han dejado bien clarito: todo por la pasta y, pase lo que pase, miente. Solo nos asisten las propias falsedades que tienen las patas cortas y, claro, ellos se delatan, porque ¿para qué necesita un rey cuentas en paraísos fiscales?, ¿tener sociedades y fundaciones allende los mares, y en territorios neutrales?, ¿quién tolera una cohorte de amantes pagadas? A cualquiera que nos acusen de hechos falsos, damos un paso adelante, al segundo, y demostramos que la sospecha no es cierta, y nos plantamos en Hacienda y en la sala judicial que corresponda a poner negro sobre blanco, para limpiar nuestro nombre mancillado; cuando no lo han hecho, por algo será; y cuando uno es inocente, no se ausenta por la puerta de atrás: lucha por su honor y la verdad; ah! Verdad, ¿dónde estás secuestrada, que hasta el Presidente, Pedro Sánchez, engaña con desfachatez, cuando dice que el Gobierno no sabe dónde está el viajero; ¿no?, con escoltas, personal sanitario, secretarios y, quizás, maletas, que pagamos todos; ¿no lo sabes?, y, ¿si se muere?, más que nada, porque no parece gozar de mucha salud a sus 82 años; así que, ¿está en paradero desconocido y a disposición de Fiscalía?; entonces, si le necesitan ¿dónde le localizan?

El empeño en mantener lo que llaman ‘la institución’, que es un ‘aparato’ hecho a la medida del que tendremos que considerar como ex emérito, construida a partir de 1978, sin ningún arraigo ni consenso; pues, ese empeño es irrisorio, porque son ellos mismos, los que habitan en ‘la institución’ quien la bombardean y dinamitan, con acciones irresponsables: el hijo (rey) renuncia a una parte de la herencia (del ex), que es esa porción de la tarta escondida en sociedades pantallas, de las que tenía conocimiento hacía rato; luego, confirma, que los dineros no son limpios, porque no quieren que le ensucien; y cuando le quita la asignación que le pagamos, ¿es por su comportamiento ejemplar? Esta es la transparencia de una ‘institución’ con escaso aporte a la sociedad que la mantiene, empecinada en hacer agujeros en el casco del barco del que disfrutan a cuerpo de rey.

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