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El Retiro albergaba un zoológico humano

Imagen publicitaria de la exposición de indígenas en El Retiro de Madrid.

 

Llamativo, avergonzante, sorprendente. Pueden ser muchos los calificativos que asomen ante tal noticia pero sigue siendo parte de la historia. Y es que, allá por el siglo XIX, el parque de El Buen Retiro de Madrid acogía un zoológico humano. Una corriente etnocentrista que recorría Europa que se dejaba ver en la capital. 

"En su constitución, en su aspecto, en su lenguaje, en sus maneras, en sus costumbres, en su color y hasta en sus trajes, esos compatriotas nuestros difieren grandemente de los filipinos más civilizados y hasta ahora conocidos". Así, el diario El Imparcial se hacía eco de la exposición que aterrizaba en 1887 a instancias del ministro de Ultramar Víctor Balaguer y bajo el sugerente título de 'Exposición General de Filipinas'.

Tan inverosímil como real. Aquel año un grupo de indígenas filipinos junto a "algunos igorrotes, un negrito, varios tagalos, los chamorros, los carolinos, los moros de Joló y un grupo de bisayas" fueron ubicados en las inmediaciones del Palacio de Cristal. Un auténtico zoológico humano con el que se quería acercar a los madrileños la cotidianeidad de las tribus lejanas que formaban parte del que un día fue el imperio español.

IMÁGENES HISTÓRICAS DEL ZOOLÓGICO HUMANO DE MADRID

Precisamente el Palacio de Cristal, uno de los lugares de Madrid más visitados por los turistas, es el espacio donde se acogía esta exposición etnocentrista. Pero pocos sabrán que realmente este edificio fue construido para tal fin. 

 Al estilo de otras instalaciones que proliferaban por aquellos años en otros países europeos, se habilitó un espacio para los indígenas en el que se recreaban las condiciones de vida de sus lugares de origen, ante un público ansioso por ver en directo a aquella gente tan extraña traída desde los confines más lejanos del mundo, del que un día fue el imperio español. 

[Sumario]

Antropología en estado puro que también llegaba a otras ciudades españolas como Barcelona. A la capital catalana, en 1897, familias enteras de ashantis africanos fueron exhibidas como atracción de feria en un terreno cercano a la plaza de Cataluña.

En realidad, las llamadas "exposiciones etnográficas" no eran patrimonio exclusivo del imperio español, sino una moda importada de otras potencias coloniales. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, durante el periodo conocido como Nuevo Imperialismo que se prolongaría hasta la I Guerra Mundial (1914), fueron muchos los países europeos que, en un alarde de eurocentrismo, mostraron a los habitantes de la metrópoli las costumbres de los pueblos que habitaban las colonias lejanas.

El ideador de este nuevo negocio, que data de 1874, es el mercader de animales Carl Hagenbeck. Un invento que ha atrae la atención hasta nuestros días, tal y como se ha podido recoger en algunas publicaciones, como por ejemplo la que recoge el investigador Christian Báez Allende en su libro 'Zoológicos Humanos: fotografías de fueguinos y mapuche'. 

Pero… ¿Cómo surgía realmente esta particular recreación? Tan solo trece años antes de la exposición de El Retiro aquel director de circo alemán  –el susodicho Hagenbeck– comenzaba a exhibir samoanos y lapones con sus tiendas, trineos e instrumental de pesca. Más tarde, y visto el éxito de su idea, paseaba por varios países a una docena de hombres, mujeres y niños de la etnia chilena Káwesqar.

Aunque en España fue donde se podrían haber encontrado las mejores condicones. Eso sí, teniendo en cuenta la mentalidad colonial y eurocentrista de la época. Aquí, incluso, llegaron a ser recibidos por la reina regente María Cristina mientras que en países como Bélgica los zoos humanos proliferaron hasta 1958.  

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