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Contra el bullying y el pasotismo de los colegios

El bullying es un drama sin la suficiente visibilidad social. / Elizabet21

El bullying (acoso escolar) nos implica a todos, pero sobre todo a los profesores, los claustros de profesores, las asociaciones de padres, los mismos compañeros, las familias, los cuidadores de comedor, los cuidadores del autobús y, por supuesto, los directores del colegio… Implica, atañe, va justo con esos que menos hacen por evitarlo. Sin querer generalizar, lo cierto es que la nuestra no es una sociedad inclusiva, tolerante y civilizada, que repela la violencia y pare los pies de ipsofacto a quienes practican el bullying.

Al margen de honrosas excepciones, lógicas por otra parte en un entorno tan salvaje como el nuestro, lo suyo es tener claro que lo estamos haciendo rematadamente mal.

Los ambientes de crispación que los niños respiran en las casas y en el colegio se torna en una espiral de la violencia que pagan los pobres patitos negros de siempre. Se conviertan en cisnes el día de mañana o no, están sufriendo lo indecible, y lo peor de todo es que no tienen escapatoria.

Los motivos del ataque son muchos: la belleza, el defecto físico, una inteligencia superior o inferior a la media, pocas habilidades sociales. En definitiva, se ataca la diferencia, lo cual constituye un termómetro de la barbarie que esto supone. No olvidemos, nunca lo hagamos, que en la historia tenemos ejemplos escalofriantes de hasta dónde puede llegarse.

Urge una solución a este dramático problema, porque bien está que los niños intenten esto o aquello pero no atajarlo en una clase que es responsabilidad de un centro, eso es inadmisible. Por otro lado, las leyes no sirven para solucionar este problema, creado por unos y agravado por quienes no lo solucionan.

[Sumario]

En este caso, los colegios demuestran un pasotismo que da auténtica vergüenza ajena. La respuesta negativa que recibió ayer Jesús Vázquez tras llamar a un colegio para hablar de un caso de bullying en su centro es, según confirmaron luego los expertos, la reacción habitual.

Incomprensible a todas luces, sobre todo teniendo en cuenta la gravedad de bullying (acoso escolar) deja unas secuelas tremendas. Daña la autotestima, resulta humillante. Machaca la dignidad de la persona y compromete un futuro mínimamente saludable, y no digamos ya feliz.

El bullying es también un desafío para la sociedad, pues nos afecta como comunidad. De hecho, es un reflejo de nosotros mismos. Para entendernos, si de los perales, se obtienen peras, del mismo modo que no pueden pedirse peras al olmo… Por lo tanto, hay que entender que se trata de una realidad que hay que vencer mejorando como colegio, como familia, como personas y como sociedad.

Hay que demostrar que más allá del acoso a alumnos está la reacción civilizada al mismo. Se trata de poner en marcha soluciones en las que todos participen de forma proactiva. Desde los mismos compañeros de cole, pasando por profesores, reuniones de tutores de nivel, claustros y padres, además de un buen marco legal y suficientes recursos.

Acabar con el bullying significa, en suma, ponerse a trabajar todos juntos. En una misma dirección, la del respeto, la empatía y la solidaridad. Lamentablemente, además de indignante, la respuesta de los colegios, su pasotismo no es sino una reacción que acaba siendo cómplice del acoso. Involucrarse, luchar, comprometerse, ser constantes en la lucha por los principios del respeto y un civismo que nos defina como personas realmente civilizadas. ¿La recompensa? Una sociedad más digna o, lo que es lo mismo, niños que pueden disfrutar de su infancia. Se lo debemos, nos lo debemos.

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