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Indómitos en mi Autocracia

Pablo Iglesias saluda a su electorado tras un mitin realizado en Madrid.

A los de Podemos les va la marcha. Les deleita el grunge de Nirvana y les cautiva un Fly Me To The Moon de Sinatra a la luz de la luna tras un congreso estatal en Vistalegre. Son tipos duros, pero también son románticos. Lo mismo se apuntan a un guateque que a un bombardeo. Igual califican de “víctimas” a los agresores de Alsasua que la famosa portavoza anuncia en Facebook mediante un mensaje de lo más idílico y conmovedor visto en mucho tiempo que será madre de dos preciosas criaturas dentro de unos meses. Les puede su afán de protagonismo. Y su afán de poder. A todos sus miembros. Y a todas sus miembras. O a casi todos. Y a casi todas.

No se me ocurre otra justificación lógica y razonable para llegar a elucidar la particular Tragicomedia que ha experimentado la formación interna de la fuerza morada durante los últimos días. La magnitud del cataclismo sufrido ha sido de tal calibre que ha provocado una amnesia repentina entre la ciudadanía, y en particular entre la madrileña. Les recuerdo: en la Presidencia de la Comunidad de Madrid sigue el cadáver político de nuestra querida Cristina alias “No me voy, me quedo” Cifuentes, “presunta” usufructuaria de un máster irregular concedido por la URJC; Ciudadanos continua deshojando la margarita para determinar si presentan o no una moción de censura contra la susodicha mencionada anteriormente, mientras el PSOE mantuvo un escarceo informal con Carmena en el cual le ofrecieron liderar la candidatura socialista para las elecciones municipales al Ayuntamiento capitalino de 2019. Se debe ser extremadamente lúcido y perspicaz -o ingenuo y necio- para conseguir que el foco de la opinión pública apunte sobre ti en un momento de tal agitación y revuelo político como el actual. Fenómenos.

En tanto, Pablo Iglesias, Secretario General del partido de los Círculos -agrupaciones de personas proclives al cambio sustentadas en los ideales de la democracia y la participación- ha intentado mediar en la crisis interna de manera sosegada y afable. Un “ni media tontería” y un “nadie maree la perdiz” esbozados desde sus cuerdas vocales fueron suficientes para dejar claro al resto de actores de este show cuál sería el camino a seguir. Virgencita, virgencita, que me quede como estoy.

Iglesias ha sido el principal artífice y culpable del embrollo producido en las filas internas de Podemos durante la última semana. Pablo ha radicalizado, extremizado e izquierdizado de manera tajante a la formación política de “todos”. Ha mostrado una posición benévola y condescendiente ante el independentismo catalán. Y no contento con ello, ha ido apartando de manera disimulada y cautelosa del aparato de poder a los políticos de su grupo parlamentario que no pensaban como él. Ha edificado una especie de autocracia de la cual fue, es y será el líder supremo y legítimo mientras siga existiendo el partido. El problema es que le han salido un par de indómitos que no pregonan con sus ideas. Dígase Errejón. Dígase Bescansa.

Íñigo fue desterrado a ser candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid en las próximas elecciones autonómicas más por decisión de su “jefe” que por voluntad propia. Y de esta manera, Iglesias se percató demasiado tarde del monstruo que había creado con sus propias manos. Los exagerados caprichos y las disputas con Espinar y los anticapis que mantuvo Errejón de cara a elaborar y presentar las listas para los comicios autonómicos de 2019 no fueron fruto de su arrogancia y fanfarronería. Fueron fruto de la arrogancia y fanfarronería de Pablo. El “tiro la piedra y escondo la mano” de Bescansa es otra historia.

Iglesias, queriendo emular o no a Stalin, se ha cargado la democracia interna de su partido. Sin embargo, puede que consiga cumplir su deseo para el próximo año: ver a Errejón leyendo a Gramsci en la Puerta del Sol. Y lo más importante: lejos de él.

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