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Vu(ÉL)ve: Pablo Iglesias se suma a la encarnizada precampaña electoral del 28-A

El secretario general de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, en la conferencia en Alcorcón (Madrid).

El secretario general de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, cogerá esta tarde de nuevo las riendas de la formación morada. Tras dos meses de baja por paternidad, el líder morado irrumpirá en la plaza del Museo Reina Sofía de Madrid, a pocos metros de la estación de Atocha, para intentar reagrupar a las bases y los militantes de su partido que han visto cómo, en las últimas semanas, miembros tan importantes como Íñigo Errejón o Pablo Bustinduy daban la espalda al proyecto político de Unidos Podemos y originaban una erosión -una más de todas las que ha sufrido el partido desde hace unos meses- difícil de disimular. 

Iglesias tiene una ardua misión: convencer a sus compañeros y a los ciudadanos de que tiene un programa innovador para España que permita al país dar un paso más en materia de derechos. Uno de los objetivos morados es, al menos, mantener los resultados electorales y la representación parlamentaria que alcanzaron en junio de 2016, algo que se torna complicado tras el previsible auge electoral del PSOE -posiblemente gracias a parte de los votantes de Iglesias que, desencantados con su gestión en conflictos como el desafío soberanista a lo largo de esta XII legislatura, hayan decidido volver al origen-. Además, el líder morado sabe que estas elecciones son una prueba de fuego para él mismo: si perdieran votos, su propio puesto estaría en peligro, sumado al aviso de que la número dos del partido y portavoz en el Congreso, Irene Montero, que aseguraba hace unas semanas que la próxima persona que dirijiera la formación sería una mujer. De ahí que fuentes cercanas a Podemos aseguren que es necesario un Vistalegre III, una asamblea que marcaría un antes y un después en la historia del partido y que supondría la sucesión de Iglesias después de que su liderazgo haya sido cuestionado y de que cuatro de los cinco fundadores de la formación -Luis Alegre, Carolina Bescansa, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero- ya no estén en las filas moradas. 

Encomiable labor la que ha hecho Montero mientras su pareja cuidaba de sus dos retoños en el chalet de Galapagar (Madrid). Una de las mujeres fuertes de la dirección de Podemos ha intentado estas ocho semanas aparentar una imagen de fortaleza y unión que muchos en la formación aseguran que no existe. La salida de Errejón o Ramón Espinar, unidos a los ataques correspondientes por parte de militantes días después, han creado una herida profunda en la formación que pide a gritos una renovación para convencer de nuevo. 

¿A favor? Unidos Podemos podrá presumir de ser uno de los partidos abanderados de la revolución feminista -a pesar de que todas las formaciones intentan defender a su manera la igualdad entre hombres y mujeres como baza electoral- y de haber intentado sacar unos Presupuestos Generales del Estado 2019 (PGE) "buenos para España", como así aseguraban tanto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como el propio Iglesias. La mediación del secretario general morado con Oriol Junqueras en la cárcel de Lledoners para que ERC apoyara las cuentas "in extremis" y la defensa de un camino de diálogo para alcanzar un acuerdo con el desafío soberanista será otro de los pilares de la campaña de Podemos, que podrá presumir de no bloquear dicha relación. Algo, sin embargo, que no ha sido suficiente. 

Y a las tensiones internas del partido se suma la fragmentación del voto a lo ancho y largo del país. Si ya era complicado sacar escaños en provincias que reparten pocos, la presencia de Vox en el tablero político -y su aparente tirón en determinados sectores de la población- dificulta aún más mantener un buen resultado electoral. Si bien es verdad que el partido de extrema derecha no restaría votos al partido, si podría arrebatarle escaños en provincias pequeñas. Además, la tensa relación entre los líderes políticos y la confrontación ideológica marcará una precampaña electoral, a 35 días de las elecciones, en la que los ataques personales, reproches y golpes bajos serán los protagonistas de mítines y conferencias en la que los candidatos a la Presidencia del Gobierno de España pedirán el voto ya no a los españoles, sino a sus votantes para intentar que, al menos, las cosas se queden como estén. Una labor, sin duda, difícil. 

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