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Desconexión digital: la última conquista laboral

La exigencia de disponibilidad permanente de los trabajadores es ilegal desde el pasado 6 de diciembre

Ley Orgánica 3/2018 de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales. Conviene empezar a familiarizarse con este nombre tan abstracto, ya que va a afectar a situaciones laborales que, por el mero hecho de parecer cotidianas, distan mucho de ser justas.

La entrada en vigor de la nueva regulación se produjo, paradojas de la vida, el pasado 6 de diciembre, coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de la Constitución. En su artículo 88, reconoce a los trabajadores y a los empleados públicos el derecho a la desconexión digital a fin de garantizar, fuera de su jornada, el respeto al descanso y a la intimidad personal y familiar. Por tanto, queda bajo cobijo legal la facultad de apagar el móvil y meterlo en un cajón hasta el momento de fichar al día siguiente.

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Se acabaron las inoportunas llamadas del jefe, se terminó el ‘tengo que cogerlo’. Pero no solo eso, el empleador deberá confeccionar una política interna dirigida a trabajadores, incluidos los directivos, que establecerá los fundamentos para el ejercicio del derecho a la desconexión, además de acciones de formación y sensibilización del personal sobre una utilización razonable de las herramientas tecnológicas.

Incentivos, transporte, peligrosidad, antigüedad, etc…, son conceptos habituales que forman parte del abanico de retribuciones salariales. El plus por disponibilidad existe; sin embargo, es difícil encontrarlo en una nómina debido a la reticencia de las empresas a abonarlo. Las corporaciones demandan un alto grado de compromiso y responsabilidad a sus trabajadores, pero estas lujosas cualidades no se valoran lo suficiente  debido a la dificultad de su monetización.  

El derecho a la desconexión digital ha llegado tras una larga travesía. La disponibilidad 24 horas exigida en algunos puestos de trabajo ya es ilegal. En los próximos años, podremos comprobar si el precepto se cumple a rajatabla, se queda a medio camino o, directamente, se ignora como otros muchos. La duda permanente radicará en si se ha logrado un privilegio o, por el contrario, se ha dejado de sufrir un abuso.

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