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La última de Zidane

Zidane en su presentación como entrenador del Madrid | foto: realmadrid.com

Dos meses y tres días han transcurrido desde que el azar emparejase a Real Madrid y París Saint Germain en la Liga de Campeones. La suerte ha hecho que una serie de acontecimientos durante la larga espera justifiquen al dedillo que la cita se celebre el 14 de febrero. Los clubes de las capitales han vivido un conjunto de sucesos que han dado a la eliminatoria un disfraz adornado con emociones de carácter amoroso. El Bernabéu se convertirá a las 20:45 horas en una especie de lugar habilitado para un vis a vis donde cada equipo hará una bella oda al fútbol.

Lejos de la carga mediática que soporta esta ida de octavos, su trascendencia deportiva es aún mayor y vital para el devenir del Real Madrid. El partido se vivirá con tres estados de ánimo. El morbo del antimadridismo se une a la oportunidad del París de hacer que Europa se rinda a su poderío futbolístico nacido del petróleo árabe. Por su parte, un madridismo herido afronta la ocasión como la que puede ser la última batalla en meses.

Una especial relevancia cobra la dirección técnica, encabezada por Zidane, que se ha visto obligada a reconocer que una catástrofe en la Champions es sinónimo de abandono. Las circunstancias han dejado al Madrid huérfano de títulos nacionales y suplicando una vuelta a un estado de forma idílico y a la vez, salvador. Incluso la firma del mejor año de su historia no logra borrar la eliminación en copa ante el histórico Leganés, el batacazo del Clásico o la larga brecha que separa al Madrid del liderato liguero.

A Emery el fútbol le está dando una segunda oportunidad. Parece que el destino intente decirle algo cuando el sorteo fijó esta ida trescientos sesenta y cinco días después de que el Barcelona sucumbiera en el verde francés. El millonario cuento de Al Khelaifi quiere exigir un capítulo en el que deba superarse a un grande del viejo continente para que el libro pueda cerrarse con un final feliz.

El irracionalismo de este deporte niega pronósticos asegurados. Contribuye además la misteriosa atracción a la hegemonía madridista internacional. El PSG ansia la grandeza blanca. El Madrid ama la reciente perfección con la que les parisiens han tejido su temporada. Enamorados todos, queda que el silbato abra un telón para que en el escenario aparezca un París napoleónico o un Madrid imperante con más heridas y sangre que nunca.

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